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El recuerdo de los nuestros

RUBÉN GARCÍA BASTIDA

Suele decirse, cuando intentamos recordar algo, que estamos haciendo memoria. La expresión define un rasgo esencial de la naturaleza de los recuerdos: su permanente necesidad de cuidados. Porque la memoria se construye. La memoria es un edificio común que hay que levantar y sostener contra el tiempo.

La pandemia del coronavirus ha llenado el mapa regional de huecos que los recuerdos deben rellenar; ha robado vidas y se ha ensañado hurgando en la herida de los familiares con la crueldad añadida del aislamiento que dictan las medidas anticontagio, tan necesarias para evitar más decesos, pero que han golpeado doblemente a quienes perdieron a un ser querido, negándoles la posibilidad de acompañarles en los últimos momentos, de velarles entre los abrazos y el consuelo de familiares y amigos y de enterrarles como hubieran deseado.

Las cifras indican que la Región de Murcia ha sido uno de los territorios donde este virus ha causado menos daños, pero cuando se habla de dolor, las cifras nunca cuentan la verdad. Detrás de cada incremento numérico en las estadísticas oficiales hay un llanto, un hueco sordo en las entrañas, la metralla de una pena que se instala en el cuerpo de los allegados y la tristeza que deja el recuerdo de una vida en quienes la compartieron.

Todos ellos merecen la oportunidad de recordar y disponer de un espacio donde rendir tributo a los suyos. Todos merecen recuperar la dignidad de la despedida que les arrebató el SARS-CoV-2.

Por eso cedemos la palabra en este homenaje a las voces que mejor pueden retratar el vacío que queda tras la marcha de estas personas.

Hoy hablan sin intermediarios quienes conocieron a los hombres y mujeres que se fueron por el coronavirus, aquellos que experimentaron el pálpito y la huella de sus vidas. Nadie mejor que ellos para dar una medida del legado que dejan.

En las últimas semanas hemos contactado con familiares y amigos de los fallecidos, que han compartido decenas de historias y recuerdos desde todos los rincones de la Región de Murcia. Mirar uno por uno los rostros que acompañan a los textos es asomarse al abismo que esconden las curvas de contagio, y bucear en sus obituarios ayuda a comprender la dureza de los momentos que viven las familias.

Algunas de las historias son tan sutiles y extraordinarias como la de Antonia Martínez Martínez, que se fue agarrada de la mano de su marido Antonio después de que ambos, conscientes de la magnitud de la batalla a la que se enfrentaban, pidieran a los sanitarios que juntaran sus camas para afrontar el cara a cara con el coronavirus. O la de Ángel Serrano y su hija Celia, que aprovechando una excepción hospitalaria en los primeros momentos de la pandemia, y a costa de poner en riesgo su propia vida, se encerró en la habitación con su padre para acariciarle y apoyarle en sus últimos momentos de vida.

Lo que Antonio y Celia vivieron fue una rareza. La mayor parte de los familiares de muertos por coronavirus no pudieron volver a ver los suyos desde el ingreso hospitalario que les llevó al cementerio sin pasar por el velatorio. Lo lamentan muchos en sus recuerdos.

Otros testimonios narran auténticos ejemplos de valor y sacrificio, como los que encarnan Nerio Valarino y Juan Antonio Mingorance, los dos médicos muertos en la pelea por salvar las vidas de otros. Ambos siguieron luchando sin descanso contra un enemigo tan fuerte como invisible.

También hay instantes inolvidables, secretos familiares, palabras de amor y muestras de profunda admiración.

Hay luchas tan fieras como la de Juan Pérez Romero, un albañil que había logrado sobreponerse a un infarto cerebral y una hemiplejia, pero que no pudo seguir ganando batallas cuando le llegó el virus.

Hay historias de esta tierra y de sus familias, con ecos de la Murcia antigua que se apoya en los sobrenombres. Despedimos a 'La Solana', a 'El Pitodo', al pequeño de 'Los Pechugas', a Juana de Los Teatinos. Hay mucho dolor, pero también destellos de luz, memorias de personas que tuvieron la virtud de hacer felices a quienes les rodearon, como el mazarronero Miguel Jorquera Hernández, por quien su mujer Aurora sentía tanta devoción que todavía rompe a llorar cuando intenta ponerlo en palabras, o como la murciana Cari Barceló Tornel, de quien su hija solo guarda recuerdos «buenos y alegres».

Y los llantos no proceden solo de familiares. También derrama lágrimas la murciana Nany Imbernón por la périda de su amigo, su «hermano del alma», Peter Bettembourg, conocido como Peter 'El Gabacho', un traductor de la ONU que, habiendo nacido en Reino Unido y vivido casi toda su vida en París, hacía lo imposible por no perderse las Fiestas de Primavera de Murcia ni la Semana Santa, y que soñaba con adquirir una vivienda en la Región para retirarse en el lugar en el que era feliz.

Ese amor en la distancia por esta tierra pervivió también en muchos de los murcianos que se tuvieron que marchar en los tiempos en los que la necesidad aconsejaba probar suerte en otros puntos del mapa.

Hubo quien volvió, como Juan Gómez, que regresó de su aventura por Francia tras años como emigrante; y también quien encontró la estabilidad y, aunque nunca volvió a la Región de Murcia, mantuvo intactas sus raíces.

Emilio Pérez, de Villanueva del Segura, pasó casi toda su vida en Ibi, pero sin dejar de mirar con añoranza a su pueblo. Cuentan que lo visitaba cada vez que podía y que disfrutaba saludando a sus vecinos de siempre.

Por ellos doblan las campanas

Alberto Aguirre de Cárcer

El hijo de Gaspar Ponce, un orgulloso albuitero que falleció en Barcelona, asegura que su padre era un murciano de pro que tras 50 años fuera de Albudeite, jamás perdió el acento y que inculcó a su familia catalana siempre el amor por sus orígenes.

Parecido es el caso del santomerano Enrique González, asentado en Extremadura, donde falleció y pasó casi toda su vida, pero que siempre mantuvo el vínculo con su pueblo, donde hoy su familia llora su pérdida.

En el desamparo de sus últimos días, muchos se refugiaron en el consuelo religioso, una fe que les ayudó a irse en paz y de la que Sor Tomasa García Calera, fallecida en Totana, hizo el centro de su vida. Esa misma fe acompañó también, por ejemplo, a Carmen Saura, una niña de la huerta de Algezares que se despidió a los 95 años rezando al lado de los solares que la vieron crecer y formar una familia.

Con la pandemia pierden también el conocimiento y la cultura con las muertes del músico y periodista José María Galiana, de los catedráticos Manuel Antonio Montero López y Francisco Hernández Calvo y de tantas otras mentes brillantes.

Recuerda el sobrino de la modista murciana Encarnación Hernández Caballero que era una verdadera apasionada por la lectura y que recitaba poemas de memoria. También cuenta que, en sus últimos días, ella solía insistir en su deseo de seguir viviendo. Puede que entre sus lecturas se cruzase en algún momento aquel poema de César Vallejo, tan oportuno estos días: «Hoy me gusta la vida mucho menos / pero siempre me gusta vivir».

Son muchos los testimonios que nos hablan de vidas cuyo trazo no se borrará aunque el tiempo haya pasado su página, que son como un escrito a mano hecho con tanta fuerza que la letra se calca en las páginas siguientes. Su impacto permanecerá durante generaciones y estará presente en cada una de las nuevas hojas en blanco sobre las que los descendientes escriban sus pasos.

No están aquí todos los muertos arrebatados a esta tierra por la pandemia. Hay familias que han preferido vivir su drama en la intimidad y otras a las que ya no les salen las palabras.

Faltarán también muchas de las víctimas que pudieron haber fallecido sin diagnóstico pese a las sospechas de sus familiares, o aquellos que sucumbieron al virus sin que nadie pudiera siquiera imaginarlo en los primeros momentos de su expansión.

Este recuerdo es para todos ellos. No están aquí todos los fallecidos de la Región, pero cada nombre, cada rostro, cada una de las vidas que rememoramos perteneció a uno de los nuestros. Esta será una vela siempre encendida por ellos. Hoy reafirmamos nuestro compromiso con su recuerdo, es decir, con hacer memoria.

Antonia Martínez Martínez. 85 años. Murcia

Unas manos enlazadas, sobradas de ternura

Sus conversaciones en voz baja espantaban mis terrores nocturnos. Tenía ya mi propio cuarto y procuraba cada día dormirme antes que ellos: en el silencio de la noche los miedos se agigantan. Recién acostados, hablaban en susurros mientras cedían al sueño. Predominaba la voz de mamá contándole cosas del día recordadas a última hora. Me protegía el rumor de su vigilia y temía cuando las palabras se empezaban a espaciar, cada vez más amodorradas. Mi madre era una estupenda narradora. Con su escueto vocabulario nos mantenía absortos escuchando el encuentro con una vecina casual en la calle o en la mercería y lo que habían conversado. Así eran las largas anochecidas de inviernos sin televisión entonces, en la mesa camilla, yo fascinado al descubrir lo sorprendente de lo cotidiano en sus palabras, y papá viviendo a través de sus ojos. Esto no era un mérito para ella, nunca se percató, y nos daba a todos –hasta cinco hijos– sin pedir nada a cambio. Nunca lo hizo. Ni en los últimos días de la enfermedad que la mató. Tan hechos uno al otro que fueron incapaces de entender la separación. Por eso se aislaron juntos y, aunque postrados, él consiguió que sus manos siguieran enlazadas, quizás contándose secretos a flor de piel, tan envejecida ya, tan en las últimas, y tan sobrada de ternura. POR GINÉS ALCÁNTARA. HIJO.

Josefa Pastor Bayona. 86 años. Mula.

Incansable, fuerte, siempre presta y entregada

Mi madre quedó viuda a los 46 años con ocho hijos e hijas. Nació en Mula, pero casi toda su vida la pasó en Murcia. Desde 2015 vivió en la residencia donde ingresó por alzhéimer, enfermedad que la llevo a ser totalmente dependiente. Murió el 2 de abril de 2020, por Covid-19. Es lo que dice su certificado de defunción, pero Josefa murió por «omisión del deber de socorro, abandono y sufrimiento». A mi madre la podemos definir como una persona muy fuerte, celosa de sus cosas, independiente y autosuficiente. Eso nos lo demostró durante toda su vida con hechos, aunque a veces nos faltó comprenderla mejor como mujer. Sus recuerdos me llegan a través de sus manos. Cualquier cosa que hacía quedaba perfecta, lo mismo era tejiendo un suéter o una chaqueta que en la cocina elaborando un postre o en el patio de su casa rodeada de plantas, siempre con ellas. Unas manos incansables y dichosas, siempre prestas y entregadas. Quiero quedarme con esas imágenes de ella, estoy segura de que mis hermanas y hermanos también. Y con estas palabras hoy quiero elevarte, mamá, a lo más alto, con las metáforas que el viento canta en esta rara primavera. Mantenemos la llama viva de todo lo bueno que hemos vivido contigo en nuestro corazón. POR MARÍA JOSÉ VIVO. HIJA.

Encarna Hernández González. 89 años. Murcia

El legado de 'La Solana', criada entre limoneros y moreras

Vivimos momentos de tristeza infinita debido a esta despedida sin adiós que a muchos nos ha tocado vivir. Aunque intento con estas líneas esbozar un breve retrato de mi madre: Encarna, 'La Solana'. Era la menor de doce hermanos. Criada entre limoneros y moreras, vivió con intensidad los años de posguerra, pateándose media ciudad para llevarle la tartera a sus hermanos al trabajo, deslizándose entre los cañizos para limpiar los lechos de los gusanos de seda, disfrutando los pocos años de escuela que le hicieron descubrir su pasión por la historia y el teatro, años que forjaron la personalidad de una abnegada madre. Escribo la palabra madre y me tengo que detener en su significado y, por qué no, en su tipografía: madre, en 'cursiva enlazada', la letra de las emociones, la que te abraza; madre, en 'arial', la letra austera, la de la buena ama de casa y buena gestora del patrimonio familiar; madre, en 'curlz', la de la artista de la familia, estrella de los fogones y la diva de la aguja; madre, en 'bauhaus', la letra futurista, la del destino, la que me llevó a los brazos de la mejor madre posible desde más arriba de los Pirineos, a los brazos de una MADRE con mayúsculas. POR ENCARNA VERA-HERNÁNDEZ DÍAZ. HIJA.

Carmen Saura Sánchez. 95 años. Algezares, Murcia

Se fue sin poder despedirse, aunque nunca estuvo sola

De alguna manera teníamos que despedirnos de ti. No pudimos hacerlo en su momento debido a estas circunstancias tan adversas para nosotros. Y decimos «para nosotros», porque para ti fueron, creemos, las que habrías querido siempre: te fuiste sin molestar, sin llamar la atención, discretamente. Eso sí, acompañada como siempre por Él, en quien confiabas plenamente y del que sabías que nunca te defraudaría. Nunca estuviste sola porque siempre tuviste su compañía. Admítenos sumar al dolor de tu pérdida el de que no pudiéramos estar todos contigo en esta despedida, ni siquiera uno de los cinco. No despedirnos de ti no solo nos ha afectado a nosotros, sino a muchos más, a los que les ha dolido no estar a tu lado para darte el calor, el cobijo y la compañía que tú entregaste en vida con creces a todo aquel que lo necesitaba. Tú, nuestra madre, Carmen, hija de la huerta algezareña, unas raíces de las que siempre sentiste orgullo. Ese espíritu de terruño que arraigó en ti y que tan buena 'mano verde', como tú decías, te dio para las plantas. Ellas, conscientes de ese amor, agradecidas, te daban lo mejor de sí. ¡Menudas rosas! Ama incansable de tu casa durante setenta años y, en los anteriores, también de la de tus padres, donde compartiste con tus trece hermanos la disciplinada y amorosa educación que te dieron. Nos queda la satisfacción de saber que te has ido plena de todo y de todos. Adiós, mamá. Te queremos. Hasta nuestro futuro encuentro. POR TUS CINCO HIJOS.

Juan Pérez Romero. 89 años. Librilla

Decir adiós a quien siempre estuvo ahí para los suyos

Hombre humilde, luchador, alegre y servicial con todo el que lo necesitara. Todo esto, unido a esa forma tan especial y positiva de ver la vida y su manera única de tomarse las cosas hicieron de él una persona especial y querida por cuantos le conocían. Migrante en su época de juventud, ejerció como capataz de obra e hizo colegios por toda la Región y en otras provincias. Devoto de su familia, la cual le acompañó por donde él iba; y a la que cuidó siempre con gran cariño. Un marido, un padre y un abuelo ejemplar. En 2002 la vida le dio un gran varapalo. Un infarto cerebral, con mal pronóstico. Una hemiplejia lateral derecha y afaxia. Lejos de rendirse, luchó por su recuperación y consiguió volver a caminar, cambió su modo de vida, pero siempre persistió con su alegría e interés por seguir adelante. Su etapa de once años en un centro de día, y la última, en la residencia, fueron ejemplo de superación diaria. Era el primero en ayudar, el primero en saludar, el primero en sonreír y el primero en salir a bailar cuando sonaba la música. Te fuiste y aún no lo podemos creer, se hace muy difícil decir adiós a quien siempre estuvo ahí para los suyos. No merecías morir solo. Siempre en nuestro corazón. Tu familia siempre te recordará. POR ASCENSIÓN PÉREZ. HIJA

Juana Fernández Fernández. 90 años. Moratalla

Juana de Los Teatinos, mi guerrera, mi amapola hermosa

Juana nació en Moratalla pero vivió casi toda su vida en Algezares, donde se dedicaba a su gran pasión: bordar refajos y coser todo lo que cayera en sus manos. Fue una mujer entrañable y cariñosa, a la que todo el mundo quería por su humildad. Vivió por y para su familia, siempre con una sonrisa a pesar de todos los obstáculos que la vida le puso. Juana de Los Teatinos, como la conocían todos, nunca se rendía. Hizo de su familia una gran piña que hoy mantiene su hija Mari Carmen, y le encantaba tener la casa siempre llena de gente. Hoy le doy las gracias por esa gran familia que ha formado. Mi abuela de las palas, mi guerrera, que se dejaba la piel por los suyos con una sonrisa que será eterna. Te diría tantas cosas, abuela, pero solo voy a recordar eso tan tuyo y mío: esos paseos viendo las amapolas mientras sonreías, cuando en realidad estabas destrozada por el lugar de donde veníamos. Solo tú y yo sabemos ese secreto, mi amapola hermosa. Nos has dejado un vacío y una sensación terrible por no habernos podido despedir de ti. Se está haciendo muy duro. Sé que allí arriba estarás muy bien acompañada, pero aquí nos hacías mucha falta aún. Nunca pierdas esa sonrisa y esa fortaleza. Que no se te olvide nunca que te quiero y que me siento muy orgullosa de parecerme a ti. Un beso, mi guerrera. POR MARÍA JOSÉ IBÁÑEZ. NIETA.

Ángel Serrano Morales. 80 años. Beniaján, Murcia

El virus doblegó a un hombre enamorado y con una gran fortaleza

Su familia y amigos le recordamos como un excelente compañero de vida, fiel marido, perfecto padre, gran abuelo y amigo entrañable. Siempre generoso disfrutando de su entorno. Siempre al lado de nuestra madre, con la que seguía paseando de la mano tras más de 60 años juntos. Le recordamos cuidando de la parra en su casa de verano. Con esta vitalidad nadie pensaba que nos iba a dejar en unas circunstancias inesperadas. Ángel, nacido en Beniel, de oficio barbero, ha sido un hombre humilde, honesto, emprendedor, fiel a sus principios y un luchador incansable a lo largo de toda su vida. Un claro ejemplo: emprendió una aventura en 1964, a los 25 años. Decidió probar suerte en Alemania sin conocimiento alguno del idioma, con el único deseo de poder ofrecer una vida diferente a su esposa y sus tres hijos, logrando, además, empleo para sus hermanos menores. Allí creó un supermercado español, fundó un equipo de futbol y organizó eventos gastronómicos. En su vuelta a España, en 1979, ejerció de taxista en Torreagüera hasta su jubilación. Continuó conociendo lugares y nuevas culturas, así como cuidando y disfrutando de sus cinco nietos. Su familia y amigos le añoramos y le agradeceremos siempre lo que nos ha enseñado. Intentaremos seguir su legado. Fue todo un ejemplo para quien tuvo el placer de conocerle. Siempre estará en nuestros corazones. POR TUS TRES HIJOS.

Juan Antonio Mingorance Espinosa. 74 años. Jaén

Un gran médico que deja una herida que nunca podremos curar

El recuerdo de los nuestros

Te fuiste en la madrugada del 5 de abril en Cartagena, sin que nos pudiéramos despedir de ti. No hay palabras para describir este dolor. Nos dejaste una herida en el corazón que nunca podremos curar. Se nos fue un gran marido, padre, abuelo, amigo y, como lo han definido muchos de sus pacientes, un gran médico, muy humano en el ejercicio de su profesión y con un gran ojo clínico. Empezó con fiebre el día 18 de marzo y, como todavía no había ningún protocolo a seguir, su médica le recomendó que se quedara en casa y que tomase paracetamol, hasta que el domingo 22 de madrugada llamó a una ambulancia para que viniese a casa a por él. Seguramente vio que no le bajaba la fiebre durante todo el día. En el Santa Lucía le dijeron que volviese a casa con Paracetamol pero él pidió ver la placa y le dijo que se quedaba ingresado, estuvo en planta dos días y en la UCI, once. Juan Antonio era una persona muy familiar. Daba todo lo que tenía sin esperar nada a cambio. Siempre estarás en nuestros corazones, y desde el cielo cuidarás de nosotros. Te querremos siempre. De mamá, de tus hijos y tus nietos. POR LUISA MINGORANCE. HIJA

Augusto David García Arias. 45 años. Puebla de Don Fadrique

Todo carisma, su huella será imborrable en Águilas

Augusto vino a Águilas siendo muy joven porque sus padres eran profesores y se incorporaron al colegio público Francisco Franco, el actual Urci. Fue una de las personas más conocidas de nuestro pueblo, dejando una huella imborrable a todos aquellos que tuvimos la suerte de conocerle. Servicial, amigo de sus amigos, con un gran corazón y muy buena persona. Siempre tenía una sonrisa en la boca. Jamás dirigió un mal gesto hacia nadie y, si por algo se le conocía de lejos, era por su gran torrente de voz, cuando llegaba saludando a toda Águilas. Era un trabajador nato, lo mismo repartía pizzas o tartas que ejercía de camarero, montaba rótulos o vendía móviles. Su último empleo fue conduciendo taxis o autobuses en Ibiza de mayo a octubre. La muerte de Augusto deja un vacío muy grande. Se ha ido una de las personas más singulares y carismáticas de Águilas. Descansa en paz, amigo Augusto, y cuida de mi madre, que te acompaña. Que la tierra te sea leve. POR JOSÉ RUIZ MELENCHÓN. AMIGO DEL COLEGIO

Nerio Aquiles Valarino González. 59 años. Londres

La voz serena que se apagó intentando salvar más vidas

Pa, me diste una brújula cuando tenía once años. Me la entregaste y dijiste que era «para que nunca perdiera el camino». No era costosa, era muy sencilla y ahora ya se le ha caído un poco la pintura. Recuerdo estar bastante confundido con aquel gesto tan de película y con su significado. Pero la atesoré, como atesoré tus palabras. Calladito la conservé como un recuerdo de que tú serías mi norte y mi ejemplo a seguir estuviese donde estuviese, y que así nunca me perdería. Tu coraje y amabilidad siempre fueron implacables, a pesar de las circunstancias. Al sentirte mejor de salud, fuiste directo de vuelta tu trabajo en el hospital Quirónsalud de Murcia para tratar pacientes de la pandemia. A pesar del riesgo de infección, tus principios y tu vocación de médico jamás se vieron comprometidos. No te hubieses permitido nunca estar en casa teniendo la capacidad de ayudar a salvar una vida más. Este es un adiós muy repentino, Pa, en este momento de caos, dolor y enfermedad, cuando más te necesitamos; en el que preciso oír tus inmensas carcajadas, tu poderosa voz, y la forma sabia y serena con la que te enfrentabas a situaciones difíciles. Te recordaré siempre como una persona honrada y honesta, dedicada y persistente, que se enfocó en su vocación y puso en ella vida y alma. También recordaré que fuiste un gran hombre, al que con honor y orgullo llamo mi padre, el médico Nerio Valarino, quien murió fiel a su juramento de salvar vidas. Tus hijos, tu esposa Nelly, tu familia y tus amigos nunca te olvidaremos. D.E.P. POR FERNANDO LUIS VALARINO NORIEGA. HIJO

José María Galiana Romero. 75 años. Murcia

Músico, periodista, empresario; siempre con ilusión por crecer

No imagino a mi padre sin mi madre, guapos e inseparables los dos. No lo imagino sin su casa, su refugio de La Alberca –«La Casa que haremos será música»–; ni sin el piano, su máquina de escribir y su buhardilla, donde pasaba las horas tratando de componer un buen texto. No imagino a mi padre sin ser el centro de la mesa, ni sin su porte imponente, con ese caminar tan suyo. No imagino a mi padre sin una buena conversación. Amante de la vida, apuraba los días y las noches. Buena compañía para los amigos y un enamorado de la buena cocina, crítico sin miedo y amante de la verdad que, en ocasiones, le distanció del éxito y de las falsas amistades. Íntegro. Tenía amor por las tardes de toros, por la Feria de Sevilla y pasión por los viajes por su Murcia, que inmortalizaba en el periódico cada fin de semana. Nos decía que en la vida hay que enseñar a vivir, a disfrutar, a luchar por lo que quieres, sin legados materiales, solo vitales. Me enseñó que lo puedes perder todo y que, a pesar de ello, con esfuerzo e ilusión, se puede remontar. Empresario y emprendedor, músico, periodista que escribía de fábula sobre gastronomía, toros, viajes y música. Nunca quiso olvidar. Siguió viajando para retener en su memoria todos los paisajes de su tierra querida. Siguió componiendo hasta los últimos días en los que le invadió el olvido. No imagino a mi padre sin su ilusión por crecer. POR NOEMÍ GALIANA. HIJA.

Cari Barceló Tornel. 82 años. Santo Ángel, Murcia

Dejó en todos un poco de ella, y fue maestra sin pretenderlo

Aún te pienso con lágrimas en los ojos y el corazón encogido, a pesar de que mis vivencias contigo, mis recuerdos, siempre son buenos, alegres, agradables... Mi madre era una persona buena con mayúsculas, amable para y con todos, creativa, inteligente, curiosa, con ganas de aprender, maestra sin pretenderlo, generosa con su tiempo y sus espacios, siempre dispuesta a regalarlo o compartirlo. No dejó nada por hacer si estaba en su mano hacerlo y, si no lo estaba, no dejaba de intentarlo. Hija, hermana, esposa, madre y abuela de unos maravillosos nietos de los que el alzhéimer no dejó disfrutar del todo. En todos hay un poco de ti. Que me dieras la vida no es lo único que te debo; lo que soy, mis valores, mi conciencia de lo importante, la importancia de cuidar al otro, de ser amable, de compartir, de intentar que el otro disfrute de su tiempo conmigo, el amor por la cocina, el gusto y el disfrute de la familia, de los amigos, el amor a los hijos, el apoyo a la pareja con la que decides pasar tu vida. Gracias mamá. Tu legado siempre estará en nosotros. POR FRANCISCA LACÁRCEL BARCELÓ. HIJA

Miguel Jorquera Hernández. 82 años. Puerto de Mazarrón

Artífice de una gran vida que no se terminaría nunca de contar

En homenaje a Miguel tengo que decir que como marido ha sido extraordinario, y como abuelo y como persona, lo más grande. Y digo esto porque todos los que le han conocido y lo han tratado me lo han demostrado con sus llamadas telefónicas, sus frases cariñosas hacia él, y sus palabras de consuelo para mí. Una persona siempre dispuesta a ayudar a los demás con sus palabras y sus hechos y con su humor maravilloso. En el centro de día de personas mayores del Puerto de Mazarrón fue presidente durante 6 años de la junta directiva y, cuando ya se tuvo que marchar por término de su cargo, salió por la puerta grande y siguió ayudando en todo lo que se le pedía. También dirigía un programa de radio en la emisora de Mazarrón. El programa, llamado 'La Voz de la experiencia', tuvo una aceptación memorable. Ha participado en los calendarios que se han hecho en el Puerto para la Asociación del Cáncer, en juegos para niños, formó parte de un coro que canta los veranos en el Rihuete del Paseo Marítimo, y en tantas y tantas cosas a lo largo de su gran vida, que no terminaría nunca de contaros. Miguel, cariño, tu mujer, tus hijos y tus nietos estarán siempre contigo, te queremos mucho, mi vida. POR AURORA. ESPOSA

Rosario Yuste González. 82 años. Cartagena

Charito, una cartagenera llena de cariño y bondad

En su queridísima trimilenaria ciudad de Cartagena pasó la niñez junto a sus padres, Fernando y Pilar, y su hermano, Fernando, en la calle del Alto. A los 14 años pasó por su lado el amor de su vida, su marido, Fermín Ferrer Rodríguez. Charito era una gran persona, era guapa, simpática y, sobre todo, lo que más definía su personalidad es que era muy cariñosa y bondadosa. Se dedicó toda su vida a hacernos felices a sus cuatro hijos José Fernando, María del Pilar, Juan Ángel y Fermín, tanto en la calle San Fernando, su primer hogar de casados, como después en las casas de Mariana en Ramón y Cajal. Fue abuela de doce nietos con los que derrochó amor y cariño, cuidando de todos por igual. POR FERMÍN FERRER YUSTE. HIJO

Manuel Antonio Montero López. 77 años. Santiago de Compostela

Catedrático de mente brillante y la fuerza de su familia

Manuel Antonio Montero se licenció en Matemáticas en la Universidad de Santiago de Compostela en 1966 y allí conoció a la que fue su esposa en 1968, una estudiante madrileña de Medicina. Desde el inicio de sus estudios le evaluaron como superdotado en el área de las matemáticas. Fue profesor agregado de Matemáticas en el instituto masculino de Orense durante cinco años y allí nacieron sus tres hijos. En 1975 obtuvo la Cátedra de Matemáticas en el Instituto Alfonso X de Murcia, ciudad donde falleció. Allí ocupó también diversos cargos de dirección en diferentes institutos de nueva creación, con el apoyo y afecto de todos los que le rodeaban, que siempre valoraron su lucidez como docente y como directivo. Fue una mente brillante, así como la fuerza de su familia, que lo tendrá siempre en el recuerdo y confía en que le llegue algo de su fuerza para seguir caminando y alcanzando objetivos. Es lamentable que esta pandemia que nos asola y se ha llevado por delante a tantos miles de personas haya alcanzado también a este ser, que ofrecía una visión tan enriquecedora del mundo. En palabras literales de una antigua alumna suya al conocer su muerte: «Manolo es un alma grande, generosa y con mucha luz. Pido que donde vaya pueda seguir regalando tanto». POR Mª ÁNGELES JIMÉNEZ TALLÓN. ESPOSA

Carmen García Iniesta. 83 años. Murcia

Fue como una madre para sus hermanos cuando la suya faltó

Hermana, fuiste ejemplar. Me ayudaste a cuidar de mis hijos cuando más lo necesitaba, me ayudaste en el trabajo y, por supuesto, a traer comida a la casa cada día. Siempre estabas haciendo compañía y consolando las penas de cada uno de nosotros para ayudarnos a levantar la cabeza y sacarnos una sonrisa cuando más lo necesitábamos. Fuiste hermana y madre, cuidando de nosotros cuando mamá ya no estaba. Cuidaste especialmente de tu hermano y te estará siempre agradecido por ello. También cuidaste a cada uno de tus sobrinos y a los hijos de estos, que te recuerdan cada día con mucho cariño. Carmen, has sido el referente de la familia, una guía para todos nosotros. Y por ello te estaremos eternamente agradecidos. Como hermanos queremos darte las gracias por todo el apoyo que nos has dado siempre y decirte que te echamos de menos y que te querremos siempre. Te mereces este homenaje. Siempre estarás en nuestra memoria y serás eterna para nosotros. De parte de tus hermanos y tu familia, que te quieren. POR ANDREA GARCÍA. HERMANA

Miguel Ramírez Ruiz. 60 años. Águilas

El pequeño de 'Los Pechugas', un aguileño alegre y rockero

Mi padre, nacido en Águilas el 15 de octubre de 1959, era el pequeño de seis hermanos, en una familia apodada 'Los Pechugas'. Era una persona muy familiar, que anteponía el bienestar de sus padres y sus hermanas a todo. También fue un marido ejemplar, que idolatraba a su mujer, con la que compartió cuarenta años de su vida. Como padre, qué decir: era un padre excepcional, que siempre inculcó a sus dos hijos todos los valores importantes de la vida. Fue el mejor abuelo que cualquier niño podría tener y ha dejado a dos nietas que tenían pasión por él, como él la tenía por ellas. Era un tío, cuñado, yerno y amigo fiel a todos. Durante toda su vida fue un trabajador nato. Dedicó su mayor tiempo laboral a la albañilería, aunque en sus últimos años de vida fue barrendero. Este año se jubilaba con 61 años, pero no ha llegado. Se apasionaba por sus aficiones. Entre ellas destacaría tres: el coleccionismo, al que tanto tiempo dedicó recopilando cervezas o monedas con las que podríamos hacer un museo; el carnaval de su pueblo, que tanto amaba; y la música, su otra gran pasión, en especial el 'heavy'. Mi padre, Miguel, era pura alegría. Me despido hoy como él lo habría hecho: «Los viejos rockeros nunca mueren, larga vida al Rock and Roll». POR YESSICA RAMÍREZ. HIJA

Francisca Palazón Palazón. 86 años. Villanueva

Murió sola, preguntando si sus hermanas la llamaban

Fuiste como una madre para mí, aunque fueras mi tía. Todo empezó cuando falleció tu padre. Yo tenía seis años y tú estabas enferma. Así que mis padres decidieron que por las noches estuviera acompañándote. Conforme fue pasando el tiempo me iba convirtiendo en una hija para ti. Fuiste mi confidente en lo bueno y en lo malo. Cuando nació mi primer hijo, ahí estuviste tú. Hiciste de enfermera, de niñera... Nunca me fallaste. Tengo mi casa llena de recuerdos de ti y el corazón todavía más. Nunca olvidaste mi santo, mi cumpleaños, el de mis hijos y mi marido, mi aniversario... Siempre te preocupaste por todos, tanto por tu familia como por tus vecinos que tanto te añoran. Muchos días me llamabas por teléfono para saber de nosotros, pero tu voz se apagó y no sabes el dolor tan inmenso que sentí cuando borré tu teléfono de mis contactos. Todavía recuerdo la última conversación que mantuvimos. Quién iba a imaginar que este virus también se manifestaba con los síntomas que padecías. Esta pandemia hizo que murieras sola en el hospital, preguntando si tus hermanas llamaban para saber de ti. Ya no podré visitarte los domingos como solía hacer. Tus hermanas, sobrinos, cuñados y vecinos siempre te recordarán por tu bondad. Aunque tu luz se haya apagado siempre brillarás en nuestros corazones. D.E.P. Tu Mari, como solías llamarme. POR MARÍA JOSÉ. SOBRINA

Gaspar Ponce. 79 años. Albudeite

El murciano de Barcelona que nunca perdió el acento

Querido papá, espero que hayas llegado a tu destino, y que te hayas reencontrado con todos. Estoy seguro de que ahora también eres muy feliz. De ti aprendí una gran lección: la vida es dura, pero merece la pena. Ahora me agarro a la fe que nos enseñaste de pequeños para que nos dé fuerzas para seguir caminando. Nos cuidaste en vida, y ahora nos cuidas desde un lugar mejor. Gracias por enseñarme que uno nunca puede olvidarse de quién es ni de dónde viene. Me inculcaste el amor hacia Murcia y Albudeite como si fueran mi propia tierra. Nunca perdiste el acento ni el orgullo por tu pueblo. Te puedo asegurar que siempre he llevado con mucho orgullo mis orígenes murcianos. Tus promesas a la Virgen de los Remedios te llevaron a caminar más de 500 kilómetros de Barcelona a Albudeite hasta en dos ocasiones solo para dar gracias. Ahora es mi turno de caminar y dar gracias a Dios por haber tenido un padre como tú. Te voy a echar mucho de menos. Nunca nos decíamos te quiero, probablemente porque pensaba que tenía la garantía de que siempre ibas a estar a mi lado. Gracias por querernos y cuidarnos como la única misión de tu vida. No sé cuándo será, pero sé que nos volveremos a ver. Y entonces sí que te diré lo mucho que te quiero. Hasta pronto, papá. POR MARC PONCE. HIJO

Mª Encarnación García Puche. 85 años. Yecla

Recuerdo de un beso que nunca supimos que sería el último

Mis manos me tiemblan al escribirte, abuela. Se me forma un nudo en el estómago de solo pensar en todo lo que ha pasado. Quién me iba a decir que ese beso que te di antes de que se desatara esta locura sería el último. Abuela, este escrito es la despedida que no has podido tener. Todos deben saber que no eres un número más. Que te llamabas Encarna García Puche, que eras una mujer fuerte, humilde y con una energía descomunal. Siempre tenías palabras para todo. Transmitías seguridad en cada uno de tus pasos y nadie te podía achantar. Una madre que sacó adelante a sus tres hijos sola, ofreciéndoles todo lo que estuviera en su mano para convertirlos en las personas que son ahora. Aunque el paso del tiempo fue borrando sus recuerdos, siempre llevó a su tío en el corazón. Aún puedo escuchar su voz pronunciando su nombre: «Don Mateo Puche Gallego, sacristán mayor de la Catedral de Murcia». A tus hijos, a tus nietos y a mí nos consuela pensar que te has reunido por fin con el tío Chacho y con el resto de la familia. Te recordaremos con una sonrisa. Adiós, abuela. Adiós, mamá. Que tu adorada Virgen de la Fuensanta te cuide en el cielo. Te queremos y te querremos siempre. POR MARÍA GARCÍA MORENO. NIETA

Julián Sánchez Sánchez. 73 años. Los Alcázares

La impronta de un guardia civil que perdurará en Archena

Nació en Los Alcázares pero era archenero. Allí vivió 42 años y era muy conocido y querido por todos los habitantes. Era cariñoso y muy familiar. Sus hijos, Julián, Pili y yo, Loli, lo echamos mucho de menos. Nuestro padre fue una persona muy especial con sus nietos. Todos los días venía a casa de Julián y la mía, los dos hermanos que vivimos en Archena, a darles las buenas noches antes de irse a cenar. Cuando llegaba el buen tiempo, salía a pasear a diario con sus amigos de toda la vida, Antonia y Miguel, para los que también deja un enorme vacío. Fue una persona divertida y comprometida. Si podía echarte una mano, no lo dudaba. Su pérdida ha sido muy dura. Y más en estas circunstancias en las que no hemos podido despedirnos de él. Cuando todo acabe le haremos un funeral digno y le daremos el último adiós a sus cenizas junto con sus compañeros de la Guardia Civil. Ya que aun estando jubilado, seguía manteniendo un gran trato con ellos, y todos los años se vestía con su uniforme y escoltaba a su patrona el día del Pilar. Papá, allá donde estés, puedes estar orgulloso de la familia que has creado. Estarás siempre en nuestros pensamientos, recuerdos y corazones. Esto no es una despedida, es un hasta luego. Tus hijos, Loli, Pili y Juan y tu esposa, María, no te olvidan. POR LOLI SÁNCHEZ. HIJA

Tomasa García Calera de la Resa. 70 años. Ciudad Real

La religiosa que dejó su lección en La Milagrosa de Totana

Estuvo siempre abierta a la formación e innovación que en diferentes momentos, y durante más de 20 años en la Región de Murcia, desarrolló especialmente en el campo educativo. Sabía captar la personalidad de cada alumno y alumna y fomentar en ellos lo que más podía favorecerles. Era una mujer generosa, sensata, inteligente, pedagoga en lo humano y en lo espiritual, dispuesta siempre a perdonar y a reconducir, sensible a las necesidades de los pobres, profunda en sus reflexiones e interesada en acoger lo bueno que la vida nos proporciona. Su pasión por la evangelización a lo largo de su vida fue una constante que le llevó a una implicación en la Asociación de Juventudes Marianas Vicencianas, formación de los catequistas y divulgar la devoción a la Virgen Milagrosa, potenciando el equipo pastoral del colegio La Milagrosa de Totana. Te marchaste en silencio. Tu marcha está llena de preguntas, preguntas que sugieren respuestas. Tú, en la soledad de la UCI, en la absoluta soledad y el despojo de todo... Allí te esperaba Dios. Él te acompañó a franquear la puerta, a ir a su encuentro en la máxima pobreza de tu ser. María tomó tu vida plena y se la presentó al Señor como una ofrenda de la tarde. POR SOR ROSA PEÑA

Emilio Pérez López. 67 años. Villanueva

Enamorado de Villanueva del Segura y del deporte

Cuanto tenía 14 años, nuestro padre y su familia, como otras muchas, se marcharon de su tierra para poder trabajar. Ibi, en Alicante, ha sido durante todos estos años su residencia. Allí conoció a nuestra madre, nacida en Granada. Pero él siempre tuvo mucho afecto por la Región de Murcia, su tierra. Le gustaba ir a su pueblo, Villanueva del Río Segura, siempre que podía. Y no volvía nunca sin visitar a todos sus familiares y vecinos. Era una gran persona, amigo de todos, servicial con los demás y muy querido. Hoy muchos lloran su pérdida. Su gran afición fue el fútbol, en todas sus facetas. Desde el año 2017 fue directivo en la U.D. Rayo Ibense junto con mi hermano. El pasado año recibió en la Gala del Deporte Ibense el premio al Mejor Directivo. Como estaba jubilado, dedicaba gran parte de su tiempo al club. Y los fines de semana viajaba con los equipos. Conmigo también viajaban mi padre y mi hermano para acompañarme en campeonatos de puzzles. Hace dos años nos coincidió con la final de la 'Champions' y la fiesta por el título del Real Madrid. Fuimos en familia a las celebraciones, y él disfrutó mucho sin saber que sería la última vez. En el hospital recibió el alta y fue despedido con emotivos aplausos. Pero no pudo superar un segundo ingreso en UCI. Falleció el 14 de abril, cuando faltaban cinco días para que cumpliera 68 años. POR SORAYA PÉREZ. HIJA

Purificación Fernández Moya. 79 años. Mula

Una muleña alegre y generosa que falleció por el virus en Madrid

Puri, mi madre, nació hace 79 años en Mula. De allí era toda su familia. Se trasladó a Madrid de joven con sus padres Juan y Antonia, donde vivió con sus hermanos Ambrosio y Juan hasta que se casó con Fernando. De ese matrimonio nacieron Fernando y Rosa. Era una persona humilde, muy generosa, alegre y cariñosa. También era muy sociable y una amante del cine y de hablar con la gente. Tras pasar unos días con síntomas de coronavirus en casa, la llevé a Urgencias. La dejé en el hospital con la esperanza de que hubiéramos llegado a tiempo, pero no fue así. Tras once días luchando en la planta, en la que pudimos verla mi hermano y yo solo dos ratos tras llamarnos el médico por su empeoramiento, falleció. Mi padre, mi hermano y yo ya la vimos difunta. Solo pudimos enterrarla cuatro miembros de la familia y aún no hemos podido celebrar su funeral. Mamá, ha sido tan triste y desolador no poder acompañarte en el hospital, y verte agotada y exhausta intentando respirar con la CPAP en la planta, no poder estar contigo en tu momento final, que realmente me cuesta aceptarlo. Solo te pido que nos cuides desde el cielo y te doy las gracias por estar en nuestras vidas. Hasta siempre, mamá. Allí en el cielo seguro que eres la alegría. Da también un beso a José, que seguro que estáis cerca. De parte de tu marido, hijos, nietos, hermanos, nuera y demás familia. POR ROSA CRESPO. HIJA

Francisco Calvo Hernández. 89 años. Salamanca

Catedrático de Medicina en la UMU y ejemplo de vida

Mis palabras se quedan cortas al expresar como fue mi padre en esta vida. Era una persona bondadosa y generosa hasta el extremo, él no importaba, sólo importaban los demás, su familia, su mujer, sus cinco hijos y sus nietos. Nuestras preocupaciones las tomaba como propias y si tenía que ayudarnos en lo que fuera, siempre estaba ahí para nosotros. Y sin embargo procuraba no manifestar sus preocupaciones para no hacer sufrir a los demás. Predicaba con el ejemplo, no solo con palabras. Fue excepcional en su profesión como Catedrático de Medicina en la Universidad de Murcia. Trabajador, honrado, honesto, humilde, servicial, muy piadoso y con la mirada siempre puesta en Dios y en los demás. Alegre y verdadero amigo de sus amigos. Su mayor felicidad era estar con nosotros y vernos bien. Nos ha dejado un gran ejemplo de vida y su pérdida deja un vacío muy grande. Papá, nos hubiera gustado poderte dar un último abrazo y acompañarte antes de que te fueras, te lo merecías, pero estoy segura que estás en el cielo, y desde allí nos vas a seguir cuidando y protegiendo como lo has hecho siempre. Muchas gracias por todo. Te queremos muchísimo, papá. D.E.P. Familia Hernández Alfaro. POR MARÍA HERNÁNDEZ ALFARO. HIJA

Antonia María Gómez Cruz. 60 años. Jumilla

El desamparo de la jumillana que siempre animaba a los demás

Tu despedida no tocaba. No era ese el lugar donde teníamos pendiente vernos tras tu salida del hospital. Lamento tanto el cuándo, cómo y porqué de tu despedida... Tampoco correspondía el desamparo en el que pasaste esos dos amargos meses, sola, entre cuatro paredes pálidas, sin nadie al que apretar la mano, sin un abrazo, tan preciso en esos momentos para calmar tu sufrimiento, sin nadie al que contarle tus pretensiones, esas que todos guardamos para luego, sin pensar en lo corta que puede llegar a ser la vida. ¿Por qué tú? Estabas llena de vida, de alegría y de juventud. No era el plan, no. Me enrabieto, ardo por dentro, pensábamos que estar en el hospital era lo mejor para tu recuperación, con la maldita mala suerte de que el 'bicho' se cruzara en tu camino. Me reconcome pensar que no estuve allí para sellar esa habitación y protegerte. Nos quedan los recuerdos, tu entrañable humor, tu sonrisa inconfundible, tu temperamento para proteger a los tuyos y la transparencia de tus emociones. Te recordaremos en cada copa brindada en Nochevieja, esas en las que el único deseo era siempre reencontrarnos de nuevo al año siguiente. Te recordaremos en los largos domingos de planes gastronómicos y fiestas espontáneas en las que abundaban las risas, la guasa y el baile; en esas celebraciones en las que tú, matriarca de los primos, animabas incansablemente. Recordaremos tantos maravillosos momentos que no serán lo mismo sin ti, aunque tu recuerdo, Antoñita, estará siempre presente. Cuántas vivencias contigo permanecerán en nuestra retina y en nuestros corazones. POR PRUDEN GUERRERO CRUZ. PRIMA Y AHIJADA

Isabel Lorenzo Polo. 91 años. Yecla

Una luz que vuela lentamente hacia otra para pasar la eternidad

Cada noche me iba a la cama imaginándome el reencuentro, hasta que una mañana llegó la llamada que lo cambió todo. Ahora, en casa, todo es silencio y oscuridad. Tengo miedo. Aquello que veíamos tan lejos, lo tenemos ahora delante. Un virus que ha dejado daños en todos, no solo en ti. Por su culpa, ahora tú no estás, y este duelo se nos hace cuesta arriba al no poder ni abrazarnos. Ya no queda fuerza ni voz. Ahora veo en ti una luz que avanza lentamente hacia otra: dos almas que jamás debieron ser separadas y que se encuentran de nuevo en la eternidad. Ya nada podrá alejaros al uno del otro. Al veros juntos de nuevo brillando más que nunca, me tranquilizo y pierdo el miedo. Recobro la voz y os pido que nos guieis, nos protejáis y nos cuidéis como siempre habéis hecho. Aún siento las lágrimas recorriendo mi mejilla, llenas de pena y de tristeza por el vacío que has dejado, pero siento paz al verte descansar. El día, que era negro, se ha vuelto un poco más gris y sé que mañana saldrá un rayo de sol, que la tristeza cesará y que tus historias siempre se quedarán en nosotros. Gracias por darnos todo sin pedir nada a cambio. Te queremos y lo haremos siempre. Ve en paz y descansa. Ahora estáis juntos. POR ALICIA Y SERGIO. NIETOS

Francisco Belando Martínez. 84 años. Algezares, Murcia

Contagiaba alegría y era honrado, vital y fuerte

Cierro los ojos y pienso en tantas cosas que te hubiera dicho cogiéndote de la mano... Qué tristeza no haber podido estar ahí en esos momentos en los que este maldito virus te estaba venciendo. Jamás hubiera pensado que esto te podía pasar a ti, con lo fuerte y vital que eras; noble, honrado, trabajador incansable, cumplidor con todo el mundo y sin guardar rencor a la gente que te hubiera podido hacer daño. Son muchos los adjetivos buenos que te definían. Todo el que te conoció sabe lo que estoy diciendo. Ahora sé que estás feliz con la mamá, que tantos años te ha estado esperando, 'mi Fina', como tú la llamabas, tu mujer. Sigue siendo así de alegre allí arriba con ella y con la abuela, como lo has sido siempre, igual que en esta foto en la que estabas sonriendo porque estabas con tus nietos más pequeños. Nosotros aquí te vamos a echar todos mucho de menos, y yo te voy a llevar siempre en el corazón. Te quiero, papá. No olvides darle un beso muy grande a la mamá y otro a la abuela. POR Mª CARMEN BELANDO VERA. HIJA

María Ortuño Serrano. 90 años. La Albatalía, Murcia

Una segunda madre, un faro permanente en la tempestad

Nuestra luchadora fue vencida en la batalla contra la Covid-19. Pasamos por muchas cosas duras en la vida e hiciste de segunda madre y me enseñaste a superar cada obstáculo con una actitud positiva. Todavía recuerdo cuando llegabas y me fundías el timbre y me hacías levantarme para comenzar el día después de la tempestad. Con tus refranes propios, nos conquistabas y nos hacías disfrutar. Tuvimos que adaptarnos a lo largo de los años a compartir nuestros momentos en comidas, aperitivos y, últimamente, meriendas en la residencia. Siempre estarás en mi corazón, con mis dos ángeles de arriba. Nunca os olvidaré. Os quiero. Tu sobrina. POR LAURA LÓPEZ ORTUÑO. SOBRINA

Rafael Ruiz Hernández. 70 años. Melilla

El empresario hortofrutícola que amó la vida en la Región de Murcia

Mi padre vivió en Águilas en su juventud, en Murcia con 25 años y con 55 se trasladó a Jumilla. Era muy generoso, alegre, vital, amigo de sus amigos y amante de la vida. La disfrutaba al máximo. Le gustaba mucho salir, cenar y comer bien. Siempre fue un sibarita. Le gustaba hacer muchos regalos y nunca tuvo miedo a enfermedades ni accidentes. En realidad, no le tenía miedo a nada. Además, era un excelente cocinero y le encantaban las reuniones en el campo con la familia o los amigos y hacer buenas paellas y barbacoas. También fue un manitas y un apasionado del bricolaje. Otro de sus entretenimientos era su huerto, donde plantaba sus hortalizas, tomates, pimientos, habas, acelgas, y donde tenía gallinas y conejos. No necesitaba mucho más. El huerto y su afición al bricolaje lo tenían siempre ocupado. Allá donde fuese, se hacía conocer por todo el mundo. Tenía un gran don de gentes. Le gustaba hablar con todos y pasar las horas contando sus cosas, sus batallitas y sus viajes por Egipto, México, Estados Unidos, etcétera. Era muy decidido a la hora de afrontar cualquier cosa que pasase, ya fuera buena o mala, y no se metía con nadie. Siempre lo recuerdo muy positivo a la hora de afrontar cualquier problema. A veces, no te decía algunas cosas para no preocuparte, pero cuando tú tenías un apuro, él te ayudaba a cambio de nada. Se fue joven un gran hombre, una persona que nos deja un gran vacío en todos los aspectos. POR JUAN DE DIOS RUIZ. HIJO

José López Cantos. 82 años. Murcia

El murciano que deja la más valiosa herencia

Te fuiste sin que pudiésemos estar físicamente a tu lado, aunque tú bien sabes que nunca estuviste lejos de nosotros. ¡Gracias, papá! Gracias por la gran herencia de valores y amor que nos dejas. POR TUS HIJOS

Josefa García Casanova. 87 años. Beniel

La firmeza de una mujer que enviudó joven y luchó por sus cuatro hijos

Tu ejemplo y firmeza serán tu legado a la familia. Tu rectitud y trabajo son huellas a seguir para tus nietos y nietas. Tu generosidad es ejemplo para tus amigos y amigas. Madre ejemplar, trabajadora y luchadora, que a los 37 años se quedó viuda y con mucho esfuerzo sacó adelante a sus cuatro hijos. Siempre nos mostraba su sonrisa al vernos durante la visita a la residencia. Nos llenaba de alegría. Te llevaremos en nuestros corazones y todos los días estarás con nosotros. Gracias por todo. Te vamos a echar de menos. Te quisimos mucho. Tu familia. POR Mª TERESA GONZÁLEZ GARCÍA. HIJA

Encarnación Hernández Caballero. 95 años. Mucia

La modista apasionada por los libros que recitaba versos

Pasó toda su vida en la carretera de Alcantarilla, junto a una acequia de agua transparente. ¿Se lo pueden creer? Vivió las penurias de la guerra y fue una excelente modista con un equipo de jóvenes con las que repasaba las revistas de moda de la época y convertía en princesas a sus clientas. Se emocionaban juntas con el serial radiofónico Ama Rosa mientras empujaban con el dedal. Leyó mucho, desde Pérez y Pérez a Corín Tellado, y tenía una memoria prodigiosa. Todavía hace un par de años recitaba a Mario Benedetti sin vacilaciones. No se casó a pesar de su figura de modelo. Fue feliz y no fue feliz, como toda aquella generación que vivió todas las conmociones del siglo XX y una dictadura pacata hasta media vida. Amó a su familia, la vida y a sus amigos. Nosotros, sus sobrinos, la recordaremos siempre. Fue madrina de bodas y bautizos con los que ahijó sus propios niños. Todavía cerca de la muerte nos decía como Unamuno: «¡Quiero vivir!». La última vez que la vimos, poco antes de que empezara la locura viral, disfrutó con fotos sepia de su juventud y su madurez. Fue una tarde gloriosa. Después se desvaneció. La quisimos mucho. Lo merecía. POR ANTONIO GARRIDO. SOBRINO

Juan Gómez Martínez. 94 años. Guadalupe, Murcia

El hijo de una familia de la huerta que emigró a Francia

Nacido en el seno de una familia de tradición huertana, con un hermano jesuita y tres hermanas, pronto se incorporó a las tareas industriales en los Talleres Mecánicos de la Fábrica de Calzado 'Cauchos de Levante', en su pueblo. Se labró prestigio como buen mecánico y su porvenir era esperanzador. Sin embargo, la crisis económica del Plan de Estabilización, previa a los Planes de Desarrollo en los 60, le llevó a emigrar a Francia, donde se estableció en la ciudad Bezons, en el entorno de París, dejando en Murcia esposa y dos hijos varones, de corta edad, Juan y Mariano, († mayo 2013, D.E.P.). Más tarde su esposa Doloricas Caravaca Mateos, le sigue al país vecino y en 1966 nace allí su hija Loli. La familia regresa a España relativamente pronto sin haberse adaptado a la vida en Francia. Juan, dada su cualificación de Fresador y Tornero, encuentra empleo en firmas de primera línea como Fraymon y Jerosa, entre otras. Al regreso las relaciones en el matrimonio sufren diversas crisis, aunque el afecto y el cariño, no desaparecieron nunca. Los esposos, que vivieron separados, siempre manifestaron públicamente el aprecio del uno por el otro. El 4 febrero de este mismo 2020, Juan, que hasta entonces había sido autosuficiente, se ve obligado a ingresar en una residencia de mayores en Santo Ángel donde falleció por Covid-19 a los 94 años el 28 de marzo de 2020. No pude despedirme de él en vida. En su memoria. POR LOLI GÓMEZ CARAVACA. HIJA

Enrique González Sánchez. 80 años. Santomera

Un santomerano entre las familias de 'colonos' del Plan Badajoz

Desde que era solo un niño y partió desde su Santomera natal a Badajoz, junto a sus padres y sus cuatro hermanos, Enrique hizo muchos viajes. El 4 de abril, con 80 años, emprendió el de la vida eterna. El coronavirus le salió al paso. Y con la serenidad, el tesón y el optimismo de siempre, afrontó la enfermedad. Su cuerpo perdió, pero en las vegas del Guadiana y del Segura su recuerdo y su nombre, el del murciano-extremeño Enrique González Sánchez, permanecerán entre familiares y amigos como símbolo de quienes encararon los tiempos difíciles con espíritu de superación y entereza. Era 1951 cuando Enrique –hijo de José González Fernández y Rosario Sánchez Marquina– llegó a Valdelacalzada, pueblo creado por el Plan Badajoz. Tras los estragos de la 'ramblá' de 1947, su padre buscó una oportunidad en este programa estatal de desarrollo económico, que impulsó los regadíos. Como otros «colonos» de distintas provincias, recibió casa, tierra y ganado. Y aportó su saber agrícola en una algodonera. Emprendedor, Enrique (quien residía en Puebla de la Calzada) pasó de taxista a montar una empresa de insecticidas. Se casó dos veces y tenía cuatro hijas y seis nietos. De joven, se cruzó España en Vespa con su hermana Chari para visitar Santomera. Añoraba su patria chica, que no le olvida. POR JOSÉ ALBERTO GONZÁLEZ. FAMILIAR

Mariano Dulce Martínez Sabater. 59 años. Murcia

Un hombre bondadoso que cuida a los suyos desde el cielo

De tu mujer: «Mariano, mi gran amor, el hombre de mi vida. Honesto, educado, humilde, dulce, cariñoso, buen padre, abuelo, marido y hermano. Por donde pasó dejó la huella de su bondad. Sus ojos transmitían paz; su sonrisa, alegría. No había obstáculos para él. Nos llenaba a todos de vida y de ilusión. Conocerle y ser su pareja, su gran amor, es lo más bonito que me ha pasado en la vida. Nos amámos siempre como el primer día. Ahora es un ángel que nos cuida el cielo. Me siento muy orgullosa de él y de todo lo que hemos vivido juntos. Su pérdida me ha dejado vacía y con un inmenso dolor. Le amaré siempre. Te llevo en el corazón, mi amor. Tu mujer, tu 'monica', como tú me decías, Gloria». De tu hija Gloria: «Donde estés, siempre te voy a querer, como el padre y hombre que toda mujer querría a su lado». De tu hija Mari: «Gracias, papá por ser la persona más maravillosa que he conocido nunca. Va a ser durísimo vivir sin ti. Eras todo para mí. Te querré eternamente». De tu hijo David: «Papá, se me atragantan las palabras al pensar en ti. Te has ido, tú, el más humilde y trabajador, el más transparente. Gracias por lo que me has dado. El mundo sería peor sin ti. Te amaré siempre». De tu hermana: «Te quiero con locura. Fuiste maravilloso, mi ángel. Un abrazo, hermano. Tus hermanos, sobrinos y sobrinas no te olvidamos». POR TU FAMILIA

Mari Carmen García Munuera. 68 años. Murcia

Una estrella más en el cielo de Cabezo de Torres

Una estrella más en el cielo. Te queremos muchísimo. Estará siempre en nuestro corazón la tristeza de no poder abrazarte. En el cielo nos encontraremos junto a papá y mamá. POR TUS HERMANOS

Bernabé García Martínez. 74 años. Molina

Su despedida repentina deja un gran vacío en Molina de Segura

Nunca imaginamos que mi padre se fuera de este mundo en unas circunstancias tan tormentosas como estas. Lo hizo recién llegado del viaje que todos los años hacía para disfrutar de unos días con su mujer, y no pudimos abrazarle una última vez ni acompañarle en su batalla contra este maldito virus. Todo fue muy injusto desde que los síntomas dieron la cara. Tras varias llamadas al 112, le dijeron que no presentaba cuadro de paciente Covid-19. Dos días después fue ingresado en la UCI de gravedad, y en una semana su corazón se paró y nos dejó desolados. No hay palabras para describir los sentimientos en un momento así, salvo dolor, tristeza, rabia e indignación. Toda la familia ha sufrido muchísimo su pérdida, porque somos una gran familia, muy unida y que ha vivido momentos muy entrañables. También sus amigos y vecinos de Molina, entre los que era muy querido por su forma de ser tan afable y sencilla. Tenía una fortaleza increíble. Autodidacta y emprendedor, generoso, humilde y siempre atento a los demás, entregado a su familia, sus hijas y sus nietos. Pudo celebrar sus bodas de oro. Aquel fue un día muy grande para todos. Nunca te olvidaremos, papá. Te querremos eternamente. Nuestro agradecimiento a familiares y amigos que durante semanas no han cesado de mostrarnos su cariño y admiración hacia nuestro padre. POR TUS HIJAS

Juana Fajardo Oliva. 70 años. Hellín

El ejemplo de una luz que brilló en El Palmar y que sigue guiando

Mi madre vivió casi toda su vida en El Palmar y, aunque había nacido en Hellín, donde falleció en una residencia, siempre se consideró murciana y guardó un fuerte vínculo con la Región de Murcia. Fuiste la mejor madre que pude tener. Me diste todo a cambio de nada. Sé que seguirás viva gracias a la luz que desprendes allí donde estés. Tu ejemplo alimenta mi vida de valores como la amistad y el esfuerzo para conseguir metas superando el sufrimiento cuando hay piedras en el camino. También a saborear las alegrías, efímeras como la vida misma, destellos de luz, y a superar los tiempos de tinieblas. Tú siempre estarás ahí, aunque no te tenga para darme un beso por la mañana ni un buenas noches o para darme una regañina. Eres eterna. Tu luz no se apagará nunca para mí. Te quiero, mamá. POR TUS HIJAS

Carmina Espada Belmonte. 65 años. Murcia

El retiro soñado en el Mar Menor que truncó la pandemia

Aunque madrileña de adopción, nació en Murcia y era una enamorada de su Mar Menor. Gran persona que dedicó su vida a los demás tanto a nivel profesional como personal. A los pocos meses de su jubilación decidió instalarse definitivamente en Los Alcázares junto a su hermana y sobrinos: su única familia, pero este maldito virus truncó todos sus planes de futuro y falleció el 25 de marzo de 2020. Murió sola en un hospital de Madrid. A día de hoy, desde tu familia, todavía no hemos podido despedirte como te mereces, y es por ello que nos gustaría dedicarte este pequeño homenaje. Hasta siempre Carmina. POR GLORIA GÁLVEZ. SOBRINA

Ángeles Garrido Manzano. 92 años. Murcia

Angelita, inteligencia en la mirada y memoria en las manos

Vivió prácticamente toda su vida en el número ocho de la calle San Nicolás. Allí la recordamos, en el piso de nuestros abuelos, junto a la terraza de láguena por la que correteábamos como corsarios temerarios y temidos. Vivió la guerra y nos contaba que veía pasar con horror los camiones de la muerte por la calle Santa Teresa. Pertenece a una generación que nunca se recuperó de la herida del cainismo. Pero ella lo resolvía con una sonrisa preciosa a medio camino entre la alegría y la ironía de la inteligencia. Fue una montañera devota que subió a las grandes cumbres de la Región con cuerdas hechas con el esparto de Cieza. Trabajó en la Universidad y en la secretaría del Rector Antonio Soler. Cuidó a su madre sin una protesta muchos años. Quiso a sus hermanos y admiró a su hermana. Siempre discreta, aparecía con paso ligero por nuestras casas hasta que perdió la vista prematuramente. Nos siguió reconociendo por la voz. Si se confundía de persona, bastaba una caricia para reconocernos. Tuvo, tiene, trece sobrinos que hemos cumplido el papel de hijos para ella. La hemos perdido como si se hubiera evaporado, con el estilo de esta enfermedad nueva y vieja como la humanidad. Descansa en paz, tita Angelita. POR ANTONIO GARRIDO. SOBRINO

Vera Cheveco Fernández. 86 años. Pliego

Que el cielo te pague con creces lo que te ganaste en la tierra

Mamá, tus hijos, nietos y yernos te queremos. Te llevaremos siempre en el corazón. Nunca olvidaremos lo buena madre, trabajadora y generosa que fuiste. No nos pudimos despedir de ti, mamá, pero siempre estarás en nuestras vidas. Que el cielo te pague con descanso y paz eternos, lo que con creces te has ganado en la tierra. Un abrazo muy fuerte. POR RAQUEL FERNÁNDEZ. HIJA

Sensi Nicolás Hernández. 83 años. Murcia

Una gran amiga durante más de cincuenta años

Querida amiga, ha sido toda una vida contigo. Fuimos uña y carne durante cincuenta años y me acogiste como una hermana. Espero que allá donde te encuentres junto al Señor, sigas protegiéndome y algún día nos podamos encontrar. Descansa en paz, querida amiga. POR ISABEL FRANCO. AMIGA

Trinidad Cases Conesa. 86 años. Cartagena

Una mujer que marcó a todos, añorada y amada por su familia

Todos hemos aprendido algo único y diferente de ti que nos ha marcado y se ha convertido en parte de nosotros, y ese es el mejor recuerdo que nos podías dejar. Te queremos y te echamos mucho de menos. Todos por igual. POR TU FAMILIA

Julián García y Veneranda Alarcón. 95 y 88 años. Villaverde de Guadalimar

Los abuelos que no quisieron ni pudieron vivir el uno sin el otro

Yaya, siempre pensamos que sería el abuelo el primero en marcharse de esta vida, pero no. Este maldito virus ha conseguido pararte, con lo fuerte y trabajadora que has sido hasta el último dio de tu vida. Yayo, como siempre dijiste: ni sabías ni querías vivir sin ella. Por eso te fuiste detrás, ni dos días tardaste. Hace ya trece años que Murcia me acogió, pero siempre aguardaba con ganas el momento de ir a veros. Aquí nacieron vuestros bisnietos, que no podrán disfrutaros como yo lo hice. Siempre os recordaremos. POR MIRIAM HERREROS GARCÍA. NIETA

Peter Bettembourg. 61 años. Kent

El traductor de la ONU con corazón y acento murciano

El 16 de mayo, Peter se nos fue por sorpresa. Nunca quiso ser portador de malas noticias. Al contrario, a él siempre lo hemos relacionado con las fiestas: sí, las Fiestas de Primavera y las procesiones de nuestra tierra, a la que estaba tan unido. A ellas acudía siempre que podía este murciano de adopción. Allá donde viajara, Peter, que fue traductor de la ONU, hacía alarde de su murcianía. Hablaba inglés, francés y su español tenía acento murciano. Tanto le gustaba la Región que su gran sueño truncado era comprar una casa aquí para retirarse. Falleció a causa del coronavirus en L'Isle-Adam, Francia. Se nos ha ido una persona bondadosa, generosa, amigo de sus amigos y un buen padre. Deja viuda a Anne, huérfana a su hija Sarah Louise, y destrozados a toda una legión de amigos de diferentes nacionalidades cuyo nexo de unión era él. Adiós, amigo. Hasta siempre. POR NANY IMBERNÓN. AMIGA, HERMANA DEL ALMA

Antonia García López. 87 años. Cartagena

Una despedida que no pudo ser; un recuerdo que nunca se borrará

Qué triste no poder decirte adiós. Pero siempre estarás en nuestros corazones. De tus hijas y tus niet@s. POR ANTONIA PAGÁN. HIJA

Antonio Navarro Pérez. 87 años. Águilas

Águilas llora la pérdida de 'El Pitodo', arrebatado por la Covid-19

En recuerdo de Antonio Navarro Pérez, 'El Pitodo', vecino de Águilas, fallecido el 14 de marzo de 2020 a los 87 años. Tus hijos, nietos y demás familia no te olvidan. POR TU FAMILIA

Antonio Luis Lorente Marco. 83 años. Yecla

Hijo de la Guerra Civil, no pudo conocer a su padre

Luis, el de Hidroeléctrica. Nacido en 1937. No pudo conocer a su padre, que pereció en la Guerra Civil. Un tiempo que forjó su carácter de un buen hombre, excelente esposo, gran padre, servicial amigo. Te fuiste antes de lo que todos hubiéramos querido. Pero nos dejaste el legado más importante: tu ejemplo de honestidad, honradez, simpatía, humildad, carisma; tu nobleza, tu amor y miles de recuerdos que albergaremos por siempre en nuestros corazones. Fuiste, eres y serás siempre nuestra luz. POR LUIS LORENTE MARTÍNEZ. HIJO

Julia del Cerro Pozuelo. 90 años. Cartagena

La Virgen de la Caridad tomó su alma en Cartagena

acida en la Glorieta de San Francisco, en la vivienda familiar del que fue joyero de la Virgen de la Caridad, Francisco del Cerro Mira, su niñez y adolescencia transcurrió felizmente en este entorno tan típico de Cartagena. Por la profesión de su marido, recorrió muchos lugares de la geografía española, pero siempre su corazón estaba con su Cartagena querida a la que volvía cada vez con más familia. Falleció el viernes de Dolores en Cartagena y la Virgen de la Caridad recogió su alma. POR TU FAMILIA

Miguel Hernández García. 80 años. La Raya, Murcia

Falleció tras compartir habitación con el coronavirus

No pudimos estar presentes cuando falleciste, ni pudimos despedirnos por última vez en vida. Esa pena siempre la llevaremos con nosotros. No te hicieron la prueba, pero sabemos lo que te pasó porque tu compañero de habitación en la residencia, que también falleció, era positivo. Hoy padre, te dedicamos nuestro pensamiento. Vas a estar siempre en nuestra memoria. POR TUS HIJOS Y TUS NIETOS

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