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El medallero desenterrado de Augusta Emerita

ANTONIO GILGADO Mérida

Ochenta piezas de oro, plata o bronce. Baratijas de ámbar, azabache y otros materiales romanos. Un joyero en el suelo de la ciudad que han desenterrado los arqueólogos del Consorcio en más de dos décadas de excavaciones. Reflejo de como la colonia absorbe la influencia griega o egipcia en la fascinación por sus amuletos y adornos. Amplio catálogo de orfebrería del siglo I al IV al que el Consorcio ha llamado 'El brillo de la apariencia'.

Bajo este título publica un catálogo detallado de las joyas más representativas de la Augusta Emerita. Hizo una primera selección de 165 piezas y después escogió ochenta. Las más representativas según la materia prima que utilizaron. Desde el oro al hueso.

Pequeños objetos de adorno personal que cuentan los gustos y las modas de las familias que vinieron a la colonia. Esconden también el poder simbólico y el auge de las supersticiones en el pueblo romano. Creían que colores (oro, rojo, azul o verde), formas (serpiente o media luna) o representaciones que usaban las gentes de los nuevos territorios conquistados les protegían contra la envidia y el mal de ojo o ayudaban a la fertilidad.

En la calle Safo, en la Argentina, se encontraron unos pendientes de oro del siglo I con forma de aro de 1,7 centímetros de diámetro y colgante. Según ha documentado el Consorcio, pertenecieron a una niña enterrada en una fosa excavada en la tierra.

Como único objeto funerario para acompañarla en su viaje al más allá portaba un vaso de cerámica. Los antiguos romanos conservaban el oro para permiar las victorias militares y en los primeros tiempos del Imperio estaba mal visto fuera de este uso.

El medallero desenterrado de Augusta Emerita

Pero con Octavio Augusto (del 27 antes de nuestra era al 14 después de nuestra era) al entrar en contacto con otras culturas y un periodo de paz se generaliza el gusto por el oro, algo que se generalizó durante todo el siglo I. Y se notó en la coonia.

En la intervención arqueológica de la villa de Araya, entre Mérida y Esparragalejo, los arqueólogos dieron con una caja en la que estaban depositadas las cenizas de la propietaria junto a dos pendientes de gancho de oro, dos anillos y una cadena con colgante. El enterramiento se documentó durante la segunda mitad del siglo I. Las joyas de oro se habían convertido ya en un símbolo de prestigio que gustaba exhibir en todos los eventos sociales. En este caso, la familia consideró que la propietaria de la villa debía llevarse al más allá sus pendientes, sus anillos y sus colgantes.

Adentrados en el siglo II, una muestra de la orfebrería se desenterró en la excavación del antiguo cuartel Hernán Cortés. De allí han estudiado una caja con una par de pendientes de oro con cierre doble. Se constata que los romanos no aportaron grandes innovaciones al trabajo con este metal. Siguieron modelos griegos y etruscos en la elaboración de las piezas.

En los famosos enterramientos del corralón de los Blanes hay un ejemplo del siglo III o IV. Pendientes muy similares a los de tres siglos antes. Las mujeres adineneradas se seguían enterrando con sus joyas. Algo que se paró con la llegada del cristianismo a la ciudad. Los padres de la iglesia cristiana escribieron contra la locura que despertaban estas joyas.

En plata, la referencia más antigua se encontró en unas excavaciones de Cabo Verde. Del siglo I se consideran los pendientes que de una fosa sencilla de esta calle.

Varias investigaciones sobre este material ha acreditado la fama que tenía en los primeros siglos del Imperio la plata procedente de Hispania.

Aunque se utilizó más para vajilla y objetos de culto, también se han recogido en excavaciones de la ciudad aros, anillos y pulseras. En el seguimiento que se hizo a la urbanización Bodegones Sur, por ejemplo, se documentó una domus periurbana de la en la Zona Sur de Auguta Emerita del siglo I en la que se enterró a una mujer con un anillo de plata con el grabado de las diosas Fortuna y Ceres. Los grabados de estas diosas fue una moda en la segunda mitad del siglo I en la ciudad.

El bronce también era muy preciado en la colonia. Se obtiene combinando cobre y estaño y fue utilizado por los pueblos anteriores a los romanos para fundir a temperatura baja los metales. Fabricaron los romanos desde grande estatuas de dioses hasta pequeños objetos. En una tumba excavada en una roca a las afuera d la ciudad, el Consorcio halló a un hombre que conservaba entre los dedos de su mano izquierda una moneda de bronce y un anillo, también de bronce, con un entalle en vidrio.

Llamó también la atención a los arqueólogos el objeto de bronce de finales del siglo II o inicios del siglo III que se desenterró en el campo de fútbol. Se trata de una especie de llave que se colgaba al cuello. En bronce también igualmente los sellos que servían para firmar documentos públicos y se colocaban los cargos públicos en los dedos. Algunos ejemplos de esto sellos se encontraron en la avenida Vía de la Plata.

Los romanos creían que el corazón nacía en un nervio que se dirigía directamente al dedo más cercano al meñique de la mano izquierda. De ahí la costumbre, vigente todavía, de llevar los anillos en el anular. También piezas de ámbar, de conchas y de piedras talladas como el mármol se han documentado entre los adornos que vestían los colonos. El medallero de Augusta Emerita no se limitaba solo al oro, planta y bronce.

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