De la Puerta del Sol se fueron Winnie the Poo, los Mario Bros. y casi todos los músicos. Ahora lo que más se ve son los petos fluorescentes de los hombres anuncio de Compro Oro. Estos trabajadores y las tiendas de esta zona de Madrid aparecieron con la crisis de 2008 y durante largos años fueron un reclamo que atrajo a muchos necesitados. Pero si en aquella crisis lo normal para ellos era captar a cinco o seis clientes al día, ahora se pueden dar con un canto en los dientes si consiguen llevar a la tienda del jefe a uno o dos, según dice uno de ellos, Freddy Ravelo. Cuando llegan al mostrador lo más que suelen canjear son dientes de oro, alianzas y pequeñas joyas. Ravelo recuerda aún el día de 2011 en que un señor mayor se le acercó con un lingote de dos kilos que acababa de sacar del banco. Ahora los hombres anuncio pasan la jornada entre el aburrimiento y la desesperación. Ni de lejos se está repitiendo la historia, confirman todos aquí.
“El joyero de la abuela da para lo que da y ya se vendió en 2008”, dice resignado Carlos Rovira, el dueño de un negocio en la vecina calle Montera, Losoroncat. Su explicación es una de las que más se oyen.
Aquel año y los siguientes muchos madrileños vendieron todo el oro que guardaban en casa para llevar algo de comer a la mesa. De la nada, en torno a Sol y en los barrios más deprimidos surgieron decenas de establecimientos con chillones rótulos amarillos. Hasta entonces las casas de empeño y montes de piedad operaban en la discreción, pero estos nuevos negocios ayudaron a romper el tabú. Reconocer que estabas sin blanca dejó de estar tan mal visto. El Compro Oro se acabó convirtiendo en un símbolo de aquellos tristes años. Pero ahora los empresarios de estas tiendas que han sobrevivido no descartan echar el cierre pronto. “Son los niveles de compras más bajos que he visto en diez años”, lamenta Rovira en la puerta de su local. Tiene una ubicación prime, a escasos 70 metros de la Puerta del Sol, pero hay muchos menos peatones de lo normal y pasan de largo. Mira alrededor y apenas ve mayores, la clientela que podría alegrarle la jornada. Se quedan en sus casas para no exponerse al virus. Muchos jóvenes ya no compran joyas. Prefieren gastar sus ahorros en un viaje o un móvil de última generación.
Lo cierto es que cuando esta nueva crisis nos golpeó muchos pensaron que iban a volver los buenos tiempos. Abrieron nuevas sucursales en oficinas de la zona centro de la capital y ampliaron sus plantillas de hombres anuncio. Algunas televisiones dieron noticias sobre supuestas colas a las puertas de estos establecimientos. “Es todo mentira”, dice Pilar Díaz, la encargada en una sucursal de Blue Diamond que abrió hace un mes en la calle de Esparteros. Como pasa el día sola en la oficina dice que le da tiempo a leer las muchas noticias que se han publicado sobre un falso auge del negocio. Muestra como prueba las páginas del reglamentario “libro de policía” donde estos comerciantes deben anotar las compras. Casi todos los días el registro queda en blanco.
Irónicamente el precio del oro está en máximos históricos. En agosto un gramo de oro puro alcanzó el precio récord de 62 dólares. (Pero ojo porque las joyas en España suelen tener una finura menor. Por eso los expertos advierten a los clientes de estos negocios que desconfíen de quienes prometen “máxima tasación”). En todo caso, es un buen momento para invertir en el metal dorado y por ese motivo algunos Compro Oro se dedican sobre todo al “vendo oro”. Están salvando el balance vendiendo su stock de joyas a clientes interesados en poner sus ahorros en oro.
Sempi Gold, una empresa madrileña que oferta la inversión en lingotes, ha vendido en agosto un 60% más que en el mismo mes del año pasado. El Compro Oro y las joyerías son su competencia. “La gente ha oído eso de que el oro es un valor refugio pero van a veces a estos negocios porque es lo que más le suena, lo han visto en los barrios", dice José María Martínez, director de comunicación de Sempi Gold.
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— alxx Wed Jun 10 23:39:01 +0000 2020
Quizás sea demasiado temprano para que los Compro Oro tiren la toalla. A las víctimas de la anterior crisis les recetaron austeridad pero ahora hay más ayudas. Si la depresión se prolonga en el tiempo, podrían repetirse las situaciones de extrema necesidad, dice Tomás Epeldegui, el director en Madrid de la empresa de inversión en metales preciosos Degussa. “Ojalá no suceda, pero los ERTEs y las subvenciones no pueden durar de modo indefinido”, advierte.
En los barrios hay clientes como Johany de Jesús que dicen salir adelante a duras penas gracias a la ayuda de los Compro Oro. Esta empleada de una empresa de limpieza es cliente habitual de una sucursal de Súper Efectivo en la calle Alcalá a la altura de Pueblo Nuevo. “Soy ya hija de esta gente”, bromea ella mirando a la dependienta, “Raquelita”. Una tarde reciente empeñó un anillo. Son 200 euros que le sirven para mandarle dinero a su madre enferma en República Dominicana. “Esto es lo que me saca del apuro”, dice en la ventanilla mientras espera su dinero.
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