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Antonio Salgado Borge: Neil Young contra la hidra

Neil Young, un legendario músico canadiense de 76 años, le puso a Spotify un ultimátum: pueden tener al podcaster Joe Rogan o a Neil Young, pero no a ambos.

Joe Rogan conduce actualmente el podcast más escuchado de Spotify, y solo en 2020 recibió 100 millones de dólares de esa empresa. Recientemente, este conductor ha optado por difundir desinformación sobre las vacunas contra el virus que originó la Covid-19.

En una carta abierta, Young explicó su razonamiento contundentemente: “con aproximadamente 11 millones de escuchas por episodio, el show de Rogan es el podcast más grande del mundo y tiene una influencia tremenda. Spotify tiene la responsabilidad de mitigar el esparcimiento de desinformación en su plataforma, pero la compañía no tiene actualmente una política para ello”.

Este músico lo puso con todas sus letras: “este no es sólo un asunto de preocupación científica o médica; es un asunto sociológico de proporciones devastadoras y Spotify es responsable por permitir que esta actividad prospere en su plataforma”.

La acción de Neil Young muestra cómo, independientemente de las disposiciones oficiales, todas las personas, cada una en su campo de acción correspondiente, podemos sancionar socialmente a los anti-vacuna.

A grandes rasgos, la idea es la siguiente: la decisión de no vacunarse trasciende las fronteras personales, pues quienes toman esta opción se contagian más fácilmente y tienen más posibilidad de contagiar a terceros.

No vacunarse es, entonces, un acto de egoísmo. Quienes así lo deciden no piensan en los probados daños en términos de vidas humanas, económicos, psicológicos y sociales que se derivan de extender el tiempo de la pandemia. Con base en teorías de conspiración, publicaciones engañosas, o una lógica quebradiza, piensan que es mejor “no arriesgarse” a ser vacunados.

En otros ámbitos, la sociedad suele establecer mecanismos de sanción social para quienes muestran egoísmos semejantes. Por ejemplo, si alguien insiste en llevar a todos lados a un perro peligroso con el pretexto de que éste garantiza su seguridad, probablemente esa persona no sería invitada a reuniones sociales. Uno tampoco asistiría a una comida en casa de quien invite a esta persona.

La acción de Young constituye una forma de castigo social y público a Spotify. El castigo es por dar un megáfono a un hombre que desinforma y siembra pánico con respecto a las vacunas; es decir, por dejar entrar a su casa a alguien que con sus palabras e influencia termina generando daños a terceros, tanto anti-vacunas como vacunados.

Es importante notar que Neil Young no está pidiendo que se encierre en campos aislados a los no vacunados —como hace China—. Ni siquiera está solicitando públicamente que para ciertos grupos sea obligatorio vacunarse —como ocurre en Italia, Austria o Australia—.

Antonio Salgado Borge: Neil Young contra la hidra

Lo único que este músico ha hecho es mostrar que es un error pretender que es inocuo ser anti-vacuna y que, dados los efectos que los no vacunados contra el SARS CoV-2 generan, lo mínimo, que un individuo puede hacer es sancionarles socialmente.

Alguien podría alegar que todo lo anterior es trivial, pues el retiro de Neil Young de Spotify será intrascendente para esa compañía. Ciertamente esta es una idea que ha sido repetida insistentemente por personas a las que la música Young les tiene sin cuidado.

También ha sido repetida burlonamente por quienes notan que para esa empresa el retiro de un músico de 76 años no puede significar gran cosa en términos económicos.

Si yo tuviera Spotify, el retiro del catálogo de Neil Young, sin duda uno de mis músicos favoritos, sería suficiente para abandonar esta plataforma. Sin embargo, alcanzo a entender perfectamente que sería ingenuo pensar que lo será para el número de personas suficiente para que Spotify termine eliminando contenidos anti-vacuna.

A ello hay que sumar un punto notado recientemente por la conocida periodista Kara Swisher. Es un hecho que la acción de Young está destinada a fracasar; en el mundo del streaming de música, como en la mayoría de los ámbitos que involucran al Big Tech, no existe suficiente competencia.

Es entonces evidente que Spotify puede darse el lujo de recibir el impacto mediático que representó la salida de Young porque acapara buena parte del mercado. Ni quienes suben su música ni quienes la escuchan tienen muchas opciones adicionales.

Yo utilizo Apple Music porque no me gusta la forma en que Spotify ordeña datos y porque la calidad del audio de la primera es superior a la de la segunda. Sin embargo, soy consciente de que la posibilidad de un servicio “gratuito”, la interfaz, la facilidad de manejo y la interacción con redes sociales de Spotify ponen en seria desventaja a Apple.

Es importante notar que estamos ante un caso análogo en un sentido al de Facebook. Si uno cierra esa red social, ¿con qué la reemplaza? Ciertamente hay un puñado de opciones, pero mudarse a ellas implica sacrificar las funciones y alcance que actualmente sólo ofrece la red social de Meta.

Lo anterior es, por desgracia, difícil de disputar. Pero eso no hace el movimiento de Neil Young intrascendente o ridículo. Y es que, a pesar de todas estas consideraciones, hay al menos dos formas de responder a quienes se mofan de la convencida acción de este músico.

La primera es que si todas las bandas y personas que tienen catálogos en Spotify y que consideran importante que la población que tiene acceso a las vacunas las utilice adoptasen la misma postura que Young, entonces esa empresa probablemente hubiese terminado por cerrar sus puertas a Rogan y demás difusores de patrañas tóxicas.

Lo anterior puede ser ilustrado acudiendo a un famoso ejercicio. La idea, a grandes rasgos, es la siguiente.

Imaginemos a un grupo de diez personas secuestradas por un individuo armado. Es claro que si todos los prisioneros se abalanzaran sobre su captor al mismo tiempo, éste terminaría siendo sometido. Pero también es bien sabido que cuando no existe la seguridad de que los otros harán lo mismo, cada prisionero termina permaneciendo en su lugar inmóvil.

La acción de Neil Young equivale a la de aquella persona que se levanta y hace lo que tendría que hacer sin pensar en qué hacen los otros. Es decir, a la de un individuo que hace la parte que le corresponde moralmente sin reservas y sin esperar a que otros hagan lo propio.

La segunda forma de responder a quienes ridiculizan a Neil Young consiste en poner en contexto las motivaciones recientes detrás de las acciones de este músico canadiense.

Dado que Spotify tiene la mayor parte del mercado de streaming musical, al darle la espalda a esta plataforma Young estará perdiendo parte importante de sus ingresos.

Pero no es la primera vez que este músico hace algo semejante. Por ejemplo, Young peleó durante años por que las plataformas de streaming aumentaran la calidad de su audio. Su argumento era que las personas que escuchaban música digital se estaban perdiendo de una enorme porción de profundidad y detalle de las grabaciones.

En consecuencia, quienes critican o ridiculizan a Young están criticando o ridiculizando a un individuo que muestra congruencia y el apego a principios aun cuando esto se traduce en pérdida de beneficios personales.

A pesar de su aparente fracaso, Neil Young difícilmente claudicará a estas alturas. Y es que la idea de que es necesario empujar consistentemente para mover a la gente, incluso cuando el resultado es decepcionante, es un tema frecuente en la música que hace en la parte final de su vida este hombre de 76 años; un tema que es retratado con belleza en “Welcome Back”, una de las canciones de su más reciente disco:

“Te cantaré una canción vieja ahora mismo, una que ya has escuchado antes, podría resultar una ventana a tu alma que puedo abrir lentamente”.

En efecto, la decisión de Neil Young de sancionar socialmente a Spotify por albergar y empoderar a los antivacuna difícilmente cambiará la forma en que esta empresa se conduce.

Quienes hemos seguido a Young en años recientes sabemos que estamos ante una repetición más de una historia que conocemos muy bien. Ante uno más de sus persistentes intentos de hacernos sensibles a asuntos que, a pesar de ser obvios, hemos perdido de vista. Una ventana a nuestras almas que Young espera abrir eventualmente.— Edimburgo, Reino Unido.

asalgadoborge@gmail.com

Antonio Salgado Borge

@asalgadoborge

Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo).

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