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Marta Ortega, la mujer que iba a reinar

Análisis
La segunda hija del fundador de Inditex alcanzará la presidencia del grupo multinacional gallego en abril de 2022. Un nombramiento no tan inesperado y con más sombras que luces, pero que debería ser celebrado aunque solo sea por lo que significa en términos de representación de poder femenino en la muy ejecutivamente masculina industria de la moda

Por Rafa Rodríguez

Mujeres con silla en las mesas de poder de la moda: haberlas haylas. Como las meigas, sí, pero en un aquelarre empresarial eminentemente masculino. Directoras ejecutivas, consejeras delegadas, presidentas, apenas representan un 14 por ciento, según el informe The Glass Runway publicado por la consultora McKinsey en 2018. Resulta que hay menos mujeres, muchas menos, en puestos de liderazgo en el negocio del vestir que en la industria aeronáutica o el sector financiero. A partir del 1 de abril de 2022, Marta Ortega Pérez será una de ellas. Los activos bursátiles de Inditex, la multinacional que le tocará presidir entonces, se desplomaron un 6,1 por ciento –hasta 27,8 euros por acción, 5.600 millones en pérdidas– la misma mañana del martes 30 de noviembre, cuando se dio a conocer su nombramiento. La mayor caída del Ibex 35 del día.

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La hija de Amancio Ortega sustituirá a Pablo Isla al frente de la compañía, con Óscar García Maceiras como consejero delegado

Por Redacción Vogue.es

Defiende Pablo Isla, todavía presidente del conglomerado gallego, que lo que ocurra en la Bolsa mejor tomárselo con calma, que "el precio de la acción hay que mirarlo a largo plazo". Hace un par días, un señor sustituía a otro en la cúpula de Twitter y las acciones de la red del pajareo se dispararon en el Down Jones neoyorquino. Ocurre, por otro lado, que al final la noticia ha sido la "salida de Pablo Isla" y el "bofetón bursátil" (sic), una lectura de los acontecimientos que no precisa de demasiadas luces para comprenderse. A la prensa generalista, y a la económica también, le faltó tiempo para posicionarse a la diestra del padre: "Quiénes son los consejeros de Inditex que han 'propuesto' a Marta Ortega", reza un titular. Otro: "Isla, el hombre que convirtió Inditex en el líder mundial del textil". Los artículos dedicados a celebrar las excelencias del ejecutivo madrileño, miembro del cuerpo de abogados del Estado, sepultaban a media tarde los dedicados a recordar quién será su relevo. "Meticuloso y moderado", apuntan allí. "Discreto, familiar", glosan allá. A ella se le dedican galerías de fotos, claro.

Que esta iba a ser la crónica de una misoginia anunciada no tenía pérdida. No tanto por una cuestión de género como de clase. Aquello del por ser vos quién sois. Porque no se trata de una mujer cualquiera, que es la hija del hombre más rico de España y undécimo del mundo (según el último ránking de Forbes). Va un ejemplo esclarecedor: cuando, en enero de 2020, Helena Helmersson ascendió a directora ejecutiva de H&M, rival directo de Inditex en la arena del mercado de la moda de gran consumo, no pasó nada. Bueno, sí, que el gigante sueco cotizó en el índice OMX como no recordaba en un lustro. Para el caso, a nadie se le ocurrió titular entonces "Estupor en Estocolmo". Tampoco cuestionar la valía de la ejecutiva: en nómina del grupo desde 1997, curtida en el puesto de jefa de producción de la oficina comercial de Dhaka (Bangladesh) en 2007, al frente de la división de ética social y sostenibilidad en 2010... Era la primera vez en 73 años, además, que el cargo no lo ocupaba ya no un hombre, sino un miembro de la familia fundadora del emporio escandinavo, los Persson. Stefan, su actual patriarca, es el Amancio Ortega sueco, también por lo que tiene en el banco. En mayo del año pasado dejaba la presidencia en favor de su hijo, Karl-Johan, hasta la fecha eso que en inglés responde a las siglas CEO, chief executive officer. Y ahora hablemos de meritocracia.

Al menos en las procelosas aguas del negocio de la moda, el primer mandamiento no escrito estipula que para conservar esencia/valores e independencia –y ya no digamos integridad creativa– mejor no lanzarse al parqué. Complicado: a veces no queda más remedio que capitalizar para mantenerse a flote y, otras, lo pide la natural expansión comercial o el cuerpo (según la ambición). Sea como fuere, si entran al trapo socios inversores, grandes o pequeños, lo importante es conservar la mayoría de las acciones para que todo siga quedando en casa. Porque, en efecto, este suele (solía) ser un sector eminentemente familiar. Lo saben bien los italianos, cuya industria textil, la segunda en importancia del país tras la del automóvil, es cosa de famiglia, por mucho consejero delegado ajeno que entre y salga de sus despachos. Los Armani. Los Prada. Los Zegna. Los Marenzi (Herno). Los Cucinelli. Los Maramotti (Max Mara). Los Paone (Kiton). Los Della Valle (Tod's). Cierto que la lista acusa cada vez bajas más sensibles, como las de los Versace en 2018 o los Etro este mismo año (L Catterton, grupo de capital riesgo controlado por LVMH, cerraba la compra del 60 por ciento en julio e inmediatamente les enchufó a Fabrizio Cardinali, ex Dolce & Gabbana, como director ejecutivo). Ahora mismo, los Ferragamo y los Missoni están en estado de alarma. "Me entristece que mis nietos no vayan a crecer en el taller, pero él es el CEO, qué puedo hacer", lamentaba entre lágrimas Margherita Missoni en mayo, cuando Livio Proli la destituyó como directora creativa de la línea principal de la firma que fundaron sus abuelos, Ottavio y Rosita. Y eso que el Fondo Strategico Italiano solo posee el 41,2 por ciento. Con todo, el listado aún es largo porque los testigos ejecutivos pasan de generación en generación. Y se da por sentado que hijos, nietos, bisnietos, sobrinos, sobrino-nietos o primos han sido formados y entrenados desde jóvenes para garantizar la continuidad (nótese el uso del masculino plural, porque, sí, la mayoría siguen siendo hombres). Exactamente igual que los vástagos de Bernard Arnault, que ha ido colocando de forma estratégica en las diferentes divisiones de Louis Vuitton Moët Hennessy.

Marta Ortega, la mujer que iba a reinar

"El chico multimillonario con el toque de Midas", clamaron los medios cuando Alexandre Arnault, 29 años, tercero en la línea de sucesión, se convirtió en director ejecutivo de Tiffany & Co., nueva joya de la corona LVMH, a principios de año. "El más reciente y poderoso jugador de la primera familia del lujo" o "El hijo del hombre más rico de Europa que está revolucionando la industria de los relojes", soltaron de Frédéric, recién ocupado el cargo de marras en TAG Heuer, en octubre, con 26. Nadie se ha molestado en informar si comenzaron de cero colocando bolsos en las estanterías de Louis Vuitton o en el servicio de atención al cliente de la división relojera de casa padre. Ayer, lo primero que saltó a titulares de Marta Ortega, 37, fue que "empezó doblando camisetas en Zara" (Bershka, en realidad). Un pasado 'ejemplarizante' como dependienta. Con Rolex de oro en la muñeca, según detectaron sus entonces igual de sufridas compañeras. Ni media palabra sobre el resto de los tres lustros que lleva trabajando en la multinacional paterna; si acaso, al final, para cuando ya se ha desistido de seguir leyendo. Lo cuenta la interesada en el comunicado de prensa oficial: "He vivido esta empresa desde mi infancia y he aprendido de todos los grandes profesionales con los que he trabajado durante los últimos 15 años. Siempre he dicho que dedicaría mi vida a desarrollar el legado de mis padres, mirando al futuro pero aprendiendo del pasado y estando al servicio de la compañía, nuestros accionistas y nuestros clientes, en el lugar donde se considere que soy más necesaria". Pero camisetas. Tampoco es la primera vez que se dice de ella, ojo.

La pregunta es: ¿por qué vender el ascenso de la hija de Don Amancio apelando al mito de la cultura del esfuerzo? O, ¿a quién le interesa? Normal que ardieran las redes. Valiente necesidad insinuar que la millonaria heredera de un multimillonario se ha ganado a pulso el ascenso en la empresa familiar con el sudor de su frente, no por mera cuestión de genes. Que encima la hemos visto en concursos hípicos, píjisima amazona, desde adolescente. Que nos han contado –este martes otra vez– cómo vive y en qué gasta su fortuna. Que hemos asistido a sus extravagantes cumpleaños y a sus dos bodorrios, con vestido de novia de Valentino y álbum de fotos de Peter Lindbergh la segunda. También se la ha pillado en las factorías de Arteixo. O presente en las juntas de accionistas de Inditex. Pero eso nunca ha parecido interesar. He ahí la cuestión: Marta Ortega siempre ha sido antes carne de páginas rosa-amarillas que salmón. Ni siquiera el desplegable que le dedicó la revista de The Wall Street Journal el pasado agosto, "El arma secreta de Zara" en portada (que reproduciría más tarde ¡Hola! en exclusiva), mereció aquí más espacio que el de las secciones de gente/cotilleo. Como para percibirla como una profesional. Echarnos toda la culpa a los periodistas, sin embargo, no sería justo en absoluto. He ahí el problema: la torpeza comunicativa del grupo gallego, ese creerse por encima del bien y el mal informativo (ni afirmamos ni desmentimos), la opacidad. No puede ser de recibo que el comunicado del nombramiento apenas incida en las labores realizadas en la división de mujer de Zara por la segunda hija de Don Amancio. ¿En calidad de qué? En la rueda de prensa, Pablo Isla quiso defender lo mucho que sabe de moda e imagen la próxima presidenta (no ejecutiva) de la multinacional. Justo lo que querría oír cualquier accionista o futuro inversor. A lo mejor si hubiera explicado que la retrospectiva de Peter Lindbergh recién inaugurada en A Coruña o que las últimas campañas del buque insignia del grupo fotografiadas por Steven Meisel, Craig McDean y Mario Sorrenti ha sido todo empeño de ella, hasta habrían aplaudido. A lo mejor.

Queda una consideración final: que es posible que los mercados temblaran no precisamente por la ascensión de Marta Ortega (quien haya mostrado sorpresa, finge, que hace meses ya se barruntaban movimientos semejantes), o no solo, sino también por el que es flamante consejero delegado, Óscar García Maceiras, abogado coruñés aterrizado en Arteixo en marzo, procedente del Banco de Santander. A sus espaldas, el peso de la auténtica responsabilidad empresarial, en tanto que autoridad máxima en términos de políticas y estrategias, que empiezan por la completa transformación digital y sostenible de su modelo de negocio. Un negocio que, a partir del 1 de abril de 2022, volverá a contar con una mujer en posición de poder (no olviden nunca que Rosalía Mera, fallecida en 2013, amén de primera esposa de Amancio Ortega fue cofundadora de su actual imperio. Y filántropa mucho antes que él). Celebremos al menos eso, que no es poco.

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