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Ubrique, el pueblo que vive por y para la piel de las firmas de lujo

Desde la ventana del taller donde trabaja Sebastián González se contempla todo Ubrique. Pero cuando preguntas a este marroquinero por esa vista que le recibe cada mañana, la respuesta no es la que uno espera; ya no percibe el paisaje. Tras 52 años manejando espátulas, chavetines y patacabras, no solo su espalda se resiente, también sus ojos. Sus manos, en cambio, siguen precisas y delicadas.

Sebastián comenzó a trabajar con solo nueve años como aprendiz de la mano de un maestro, explorando cada detalle, contagiándose de las formas, de los modos... En definitiva, de la pasión por el oficio. "Siempre me ha impresionado la manera de tratar la piel que tienen en Ubrique: cómo la tocan y la acompañan para que entre por la máquina de coser...". Así lo explica Vanessa Triguero, diseñadora de Magalie, una firma que decidió producir sus exclusivos bolsos en Gongue Piel, el taller que Manuel y Antonia, hijos de Sebastián, tienen en este pueblo que apenas llega a los 17.000 habitantes.

"No se puede pasar por alto Ubrique en la historia de Loewe", dijo Enrique Loewe hace cuatro años en la inauguración de la primera edición del Máster en Diseño en Piel que la Fundación de la firma organizó en el Centro Tecnológico de la Piel de Andalucía Movex, ubicado en esta localidad, cuya relación con este material se remonta 20 siglos atrás. "Teníamos todos los ingredientes necesarios para curtir: abundancia de agua, pastos, roca caliza y taninos procedentes del Parque Natural de los Alcornocales", afirma Juan Enrique Gutiérrez, secretario general de Empiel, asociación que agrupa a las principales empresas de piel de la comarca y director de la Escuela de Artesanos de Ubrique. Sin embargo, la falta de adecuación a las nuevas tecnologías y la contaminación de las aguas que implica la curtición llevaron a centrarse solo en los complementos. "Hablamos de manufactura, aunque no recurrimos a un sistema industrializado, tampoco es artesanía pura y dura: todas las piezas salen iguales", precisa Javier Gallego, director de Movex, quien, eso sí, recuerda que el 70% del proceso se realiza de forma manual, llegando a intervenir hasta 10 personas en la fabricación de un bolso: el cortador, el rebajador o el maquinista, el pintor, el encolador...

Nos enseña todo el proceso Manuel Cabrera, responsable de compras de la empresa de marroquinería Carla Sade, que explica que cada modelo puede tener hasta 50 piezas, por lo que es posible que un solo ejemplar pase hasta 40 veces por la máquina de coser y requerir medio día de trabajo. Esta fábrica emplea a 60 personas (90 en época alta). Y es que la mayoría de empresas de Ubrique son de pequeño tamaño, familiares, dicen ellos.

Ubrique, el pueblo que vive por y para la piel de las firmas de lujo

"Es muy raro que haya una familia de Ubrique sin algún vínculo con este sector", asegura Gutiérrez. El pueblo vive por y para la piel, y las posibilidades de este motor económico son tales que, por ejemplo, la Escuela de Artesanos tiene una lista de espera de hasta 800 personas de entre 16 y 50 años. "No solo vienen de la provincia de Cádiz y de toda Andalucía. Hemos tenido alumnos de Dinamarca, Colombia, Cuba, Rumanía...", afirma su director. Llegan atraídos por el índice de colocación -más del 75%- y para aprender un oficio con los mejores.

Algunos profesores de la escuela, de donde ya han salido cerca de 150 profesionales, son artesanos jubilados que se preocupan, sobre todo, por "motivar a chicos y chicas", añade Gutiérrez. Por enseñarles cómo años atrás las aprendices podían dar una puntada comparable a la de una máquina de coser de última generación. Por recordarles cómo, cuando caía la tarde -recuerda Manuel González, hijo de Sebastián-, "las mujeres se sentaban a la puerta de su casa con los niños y cosían petacas a mano" (de ahí que a los marroquineros los llamen petaqueros). Por mostrarles cómo se puede convertir un trabajo como este en una manera de entender la vida.

"Aquí se hacen las cosas con un cuidado impecable. Eso es lo que han visto las grandes marcas", asegura Vanessa Triguero. La empresa para la que trabaja reconoce que es un orgullo realizar sus diseños en "la cuna de la artesanía marroquinera española", como reza su web. En cambio, las más de cien marcas de complementos de lujo que también confían en las manos de estos artesanos no suelen revelar su relación con Ubrique. Se sabe, eso sí, que los accesorios de firmas como Chanel, Dior, Prada, Nina Ricci, Carolina Herrera, Coach, Givenchy, Lanvin, Lacroix o Cartier, entre muchas otras, se fabrican en España, y que buena parte de esa producción sale de alguna de las 120 empresas que desarrollan su actividad en Ubrique. Pero nunca oirás decir a los ubriqueños para quiénes trabajan, no solo por una cláusula de confidencialidad, que respetan a rajatabla, sino porque saben que de ello depende su trabajo.

Quien tampoco tiene problema en declarar que recurre a las fábricas de aquí es Uterqüe. Consciente de que "en el mundo de las firmas 'premium' hay una vuelta a los valores artesanales", asegura que ha convertido términos como "calidad, exclusividad, detalle, acabados perfectos" en valores de marca". En la fabricación de nuestros bolsos y calzado (que producen en Elda, Alicante) buscamos, por encima de todo, el proceso manual de elaboración. Esta máxima convierte nuestros productos en piezas únicas y duraderas. Se apuesta por Ubrique porque los procesos siguen siendo manuales y la experiencia del oficio es primordial", afirman los responsables de esta filial de Inditex.

Ubrique no siempre ha estado en el punto de mira de las firmas de lujo, que hace ocho años apuntaron al sudeste asiático para fabricar allí sus complementos aunque, como recuerda Antonia González, aquí se seguía haciendo el prototipo, que en realidad es donde radica el trabajo. "En la muestra se ve el refuerzo, la textura, la rigidez... Una vez hecha, la producción sale en cadena".

Pronto los estándares de calidad de las fábricas asiáticas comenzaron a fallar y las marcas empezaron a devolver los pedidos. Además, "la misma empresa china que producía los complementos hacía la copia, y esta llegaba al mercado antes que el original", señala Gutiérrez. Las cosas volvieron a su cauce gracias, también, a la cercanía de Ubrique con los centros neurálgicos de la moda y a la facilidad que supone negociar con alguien con quien no hay tantas trabas culturales. El equipo de diseño de Uterqüe, por ejemplo, puede seguir así muy de cerca todo el proceso. Aunque, como afirma Juan Enrique Gutiérrez, "el primer control de calidad de un producto lo realiza el propio artesano. Forma parte del ADN del ubriqueño". Las firmas de lujo lo saben y por eso respetan y promueven la forma de trabajo de estos marroquineros que son, en definitiva, los que crean ese pequeño milagro que hay detrás de un complemento de lujo.

Elda es a los zapatos lo que Ubrique a los bolsos. Pero aunque la ciudad alicantina se lleva (casi toda) la fama, en realidad la tendría que compartir con otros pueblos zapateros como Elche y Villena, también en Alicante, y con algún punto más de la Comunidad Valenciana (Vall de Uxó, en Castellón, por ejemplo), donde se ubican siete de cada 10 empresas de calzado españolas. Según datos de Avecal (Asociación Valenciana de Empresarios del Calzado), Francia, Italia, Alemania, Reino Unido y Portugal son los principales destinos donde se exportan estos complementos. Y marcas como Dior, Louboutin, Gucci, Prada o Tod's se han fijado en algún momento en esta zona. Pero quien mantiene una especial relación con Elda es el diseñador estadounidense Stuart Weitzman. Hijo adoptivo de la ciudad, donde realiza toda su producción, al creador no le cuesta destacar de esta zona "la mano de obra, la herencia zapatera y las excelentes relaciones laborales".

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