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La piel de lujo de Ubrique cruza su segundo Rubicón

En esa isla de empleo y prosperidad en Cádiz que es Ubrique están ya bien curtidos en las dos acepciones más conocidas de la palabra crisis. Supieron lo que es una “situación mala” —como lo define la RAE— cuando las grandes firmas de lujo dieron la espalda a sus talleres de marroquinería en favor de Asia, allá por 2004. Aplicaron el otro significado, el que habla de “cambio profundo”, para sacudirse de malas prácticas cuando las multinacionales volvieron a partir de 2010. Pero justo en esta nueva edad de oro que estaban viviendo en este pueblo serrano se ha cruzado el coronavirus y su pujante sector de la piel se enfrenta ahora a su segundo Rubicón con la certeza de que más de un taller no sobrevivirá a esta inesperada crisis.

“Va a suponer una criba natural. El que esté más preparado tendrá más opciones de sobrevivir”, vaticina sin rodeos Javier Gallego, director del Centro Tecnológico de la Piel de Andalucía (Movex). Pepe Montiel, director de la empresa de la piel Betangible, no oculta que lloró amargamente ante lo que él llama el “terremoto de marzo”. El caso de la firma de Montiel, dedicado a producir para firmas de lujo y su marca 16U40, ejemplifica el cambio en el que ya están sumergidas las 290 compañías dedicadas a la marroquinería en Ubrique. “A primeros de año tenía una planificación de pedidos para 18 meses. Ahora no va más allá de tres meses”, explica el empresario.

Al calor de grandes marcas de lujo como Louis Vuitton, Loewe, Carolina Herrera o Dior; Ubrique llevaba una trayectoria de crecimiento imparable consolidada año tras año. En 2019, la producción nacional marroquinera llegó a los 2.106,8 millones de euros, alentada por las ventas y exportaciones al lujo, principal cliente de Ubrique. El pueblo es el artífice de que la mayor concentración de empresas del sector esté en Andalucía: un 27% del total español, según el informe anual de la Asociación Española de Fabricantes de Marroquinería.

A finales del pasado año, la localidad de 16.615 habitantes tenía ya la mitad del paro industrial que alcanzó en 2008, cuando alcanzó el cenit debido a una crisis provocada por la fuga del lujo hacia destinos de producción más económicos en 2004. Escarmentadas por la caída en la calidad, muchas de las firmas huidas comenzaron a regresar a partir de entonces. A la vuelta, Ubrique les esperó sin rencores y alejada de vicios pasados, como la economía sumergida o la competencia desleal. A finales de 2019, apenas quedaban 872 desempleados en esta actividad, frente a los 1.634 que se alcanzaron hace 12 años; según datos ya aportados por la Delegación Territorial de Conocimiento y Empleo de la Junta de Andalucía. La comparativa hoy se antoja desfasada cuando Gallego reconoce que de los 5.000 trabajadores que tiene el sector —3.000 de ellos, fijos—, “más de 1.100 continúan en ERTE”.

La piel de lujo de Ubrique cruza su segundo Rubicón

Con sus paredes encaladas y sus calles de ritmo tranquilo, Ubrique no parece distinguirse de cualquier pueblo de la Sierra de Cádiz. Pero su economía poco tiene que ver con la de su entorno. Cuando la provincia era golpeada por la cara más cruel y descarnada de la crisis financiera de 2008 y su onda expansiva de más de cinco años, la industria de la piel siguió creciendo, impulsada por los comportamientos anticíclicos del lujo. Pero esta recesión es bien diferente a lo conocido. “Es sanitaria y repercute directamente en las formas de vida. El accesorio de moda, que es lo que producimos aquí, queda relegado a lo privado, a presumir online, porque no hay eventos o fiestas”, desgrana el director de Movex.

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La moda y el lujo también se han contagiado de una desaceleración que ya ha comenzado a transformar al sector. “Las series no van a ser tan largas, serán más cortas y atemporales. Además, las marcas de lujo van a cerrar tiendas y se van a centrar más en el online, por lo que ya no necesitarán tener tanto stock físico y sí más renovación”, explica Gallego. Eso arroja a Ubrique a un contexto de nueva reconversión en la que primará la “polivalencia y la capacidad de reacción”, como añade el experto. Y es decir mucho en una industria que aún tiene mucho de la tradición y artesanía que atrajo a las primeras firmas a la zona. Los talleres de menos de 10 trabajadores y con apenas un 27% de automatización aún supone el 83,9% de las compañías ubriqueñas, según datos recogidos en en un informe del sector elaborado por la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía.

Hace ya años que Pepe Montiel le puso ruedas a todas las mesas de su taller casi como si se tratase de una declaración de intenciones de esa flexibilidad que ahora cotiza alto por la pandemia. En verano, sus 15 trabajadores, distanciados y equipados con mascarillas, volvieron al tajo con nuevas instrucciones. “Estamos tornando a fabricar menos unidades, con materiales sostenibles. Donde antes había un pedido de 2.000 ahora hay cinco de 250”, apunta Montiel, esperanzado por “unas buenas perspectivas de futuro”. El empresario no va de farol, su caso es un ejemplo en esos talleres que, con la pandemia, van a necesitar ser “más organizados, con más control de la producción y relación más ágil con los proveedores”, como vaticina Gallego.

El pasado mes de octubre, una firma local cuyo nombre prefiere no trascender obtuvo el permiso para crear una nueva fábrica que generará 700 nuevos puestos de trabajo y donde se dedicarán al completo a producir complementos para Vuitton. El director de Movex, fiel a esa pauta ubriqueña que alienta el chascarrillo de que antes se descubre una infidelidad que para quién trabaja una empresa en el pueblo, no comenta la jugada, que venía de antes de la crisis del coronavirus. Pero sí sabe que, para que triunfos como esos se sigan materializando en este contexto postpandemia, la Meca de la piel de lujo tendrá, de nuevo, que esforzarse más. “Estamos en un momento muy incierto (…). Ubrique tiene que dar el paso al frente y venderse como un lugar ético que cumple condiciones laborales, sanitarias o medioambientales”, zanja esperanzado Javier Gallego.

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