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Por qué las españolas no compran los bolsos de Moynat

Alta marroquinería francesa, una de las firmas de lujo más exquisitas en el tratamiento de la piel, y una de las grandes desconocidas en el mercado español. De hecho, según advierten en la corazón de la maison Moynat, en el 348 de Saint-Honoré de París, apenas tienen clientela española. En cambio, la distinguida casa cuenta con boutiques, además de en la capital francesa, en ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Tokio, Seúl, Hong Kong o Singapur, entre otras ciudades asiáticas.

La semilla de Moynat se sembró en 1849, de la mano de los fabricantes de baúles Octavie y François Coulembier, quienes se unieron en 1869 a Pauline Moynat, especialista en artículos de viaje, para abrir su primera tienda en París, convertida con los años en toda una institución, debido al minucioso trabajo artesanal con el que elaboraban cada uno de los productos. La firma alcanzó su máximo apogeo con la el desarrollo del automóvil, convirtiéndose en un referente en el diseño de accesorios y equipaje para acoplar a los maleteros, además de una serie de inventos, como el portabicicletas o el diseño de baúles ligeros e impermeables.

A lo largo de su historia, Moynat ha sufrido más de una crisis y diversos cambios de propietarios. Su tabla de salvación llegó en 2010, debido al empeño personal de uno de los magnates del lujo mundial, Bernard Arnault. Fue adquirida por el grupo Arnault, el holding propietario de LVMH, que revitalizó y expandió la marca. En 2011, inauguró la elegante tienda de Saint-Honoré, y encargó su dirección artística a Ramesh Nair, formado en otra de las grandes casas del lujo por excelencia, Hermès.

Por qué las españolas no compran los bolsos de Moynat

La forma de trabajar una pieza sigue los minuciosos parámetros de la carpintería, el mismo sistema con el que se trabajaba el cuero en el siglo XVIII, donde cada pieza es cortada con precisión por manos expertas, con costuras prácticamente indetectables a la vista y al tacto. Un producto Moynat tiene varias señas de identidad. Una de ellas es la ausencia de logos visibles. Es el máximo exponente de lo que se entiende por lujo discreto. Quién luce un bolso, cuyo precio supera los 3.500 euros, de la firma sabe que lleva una pieza única, de coleccionista, y no tiene que comunicárselo al mundo entero a través de ningún símbolo.

Las piezas de cuero son tratadas como si de un puzzle se tratara, han de encajar todas con la misma precisión con la que trabaja un relojero suizo. Al igual que hace 168 años, los bolsos se hacen en Francia por un solo artesano que supervisa cada detalle. Las tradiciones en esta casa son sagradas, y la sabiduría tradicional y centenaria se conserva y se revive en creaciones más modernas. Uno de los modelos más emblemáticos sigue siendo el bolso Réjane, el primero dedicado a una actriz, que se lanzó en 1903, y que mantiene unas líneas femeninas y curvilíneas, además de una cerradura con forma de joya, que revive el periodo art déco.

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